jueves, 30 de mayo de 2013

Sorteos!!!!!!



Hola, como estáis??? Supongo que leyendo mucho ante esta primavera un tanto “peculiar” que no da tregua para los paseos ni para los baños en las playas, a si que no hay nada mejor que leer tras unos cristales, con un té o un café, al resguardo del aire y del frío y la lluvia. (En el otro lado del charco al parecer también llegó el mal tiempo y aquí no se quiere ir aún).
Pero en fin, como no hay mal que por bien no venga, os traigo un par de sorteos para animaros.
El primero es de Luan, una de mis tres hijas cuyo blog http://skollwolfswood.blogspot.com.es/  sortea un ejemplar de “Mistic City” y tres colgantes “Sinsajo”. Luan hace poco que está en el mundo Bloger, pero es una lectora empedernida sobre todo del mundo “fantástico” (cosa que no ha sacado de mí, que es el que menos me gusta jajajaja).
Tenéis hasta el 30 de Junio para apuntaros.






Y el segundo sorteo es de aquí de “Cuenta Gotas” cosa que no he realizado nunca, pero siempre tiene que haber una primera vez verdad???

Veréis, la cosa tiene un poco de anécdota, los que sois padres y madres, habréis dicho alguna vez esta frase cuando llegan vuestros cumpleaños o días especiales, “no quiero que me regaléis nada”. Bueno pues yo este año la dije, por que tenía en mente tantas cosas que no me decantaba por ninguna.
Siempre me “quejo” de que mis hijas no leen mis post, y claro no es cierto, las pobres lo hacen cuando pueden, que también yo soy una “agonías” el caso es que dos de ellas, leyeron de casual, un meme, en el que ponía que me gustarían unos libros, entre ellos, “Cartas” de Jane Austen, la primera recopilación en castellano de la totalidad de las cartas que se conservan de la autora.
Pues bien, el día de mi cumpleaños me vi;“Con dos ejemplares del mismo libro” ¡!!tócate los pies!!!!
Y ahora que hago, puedo ir a cambiar uno, pero no me parece lo correcto, a si que mis hijas hallaron la solución, Sorteo!!!.



A si que si sois amantes (como yo) de la obra de Jane Austen, y os apetece tener este esplendido libro, de 745 páginas, no tenéis más que apuntaros de hoy 30 de mayo hasta el 30 de junio ambos inclusive.

El requisito esencial es poner vuestra dirección de correo, el personaje de Austen que más amáis y el que más odiáis, y querer este libro claro jajajaja.
El sorteo se hará por números, que una “mano inocente” sacará o en este caso “boca” por que será Theodora la encargada de hacerlo que ya tiene práctica y se le da bastante bien. A si que ya sabéis, en casa estamos de sorteo, pues al mal tiempo siempre hay que ponerle buena cara!!!!
PDT. El sorteo se anulará si hay menos de diez personas apuntadas.

Que paséis una feliz semana (aquí en Castilla la mancha súper-puente)


RE.PDT, esta semana por motivos de tiempo y espacio, no publicaré la novela de “El secreto”.

sábado, 25 de mayo de 2013

El Secreto Capítulo III

… todo parecía formar un suave eco a la risa maravillosa de aquella muchacha, bella y sugestiva…

III

    Los caballos enganchados a la carroza empezaban a impacientarse. Luana paseaba por la lujosa habitación dando muestras de impaciencia.
    Lucía una falda de raso, cortada en capa de grandes rayones en brillo y mate, una ligera blusa de organza y encajes de escote subido. Su gran mata de brillante cabello caía sobre sus hombros y una gran pamela, inclinándose sobre sus ojos, sombreaba su mirada, dándole un aire de misterioso sortilegio.

_ Esta espera es intolerable, mamá.
_ Puede hallarse enfermo, hija. Tú dirás lo que quieras, pero a mí me parece un perfecto caballero.
_ Pues es…un perfecto idiota.
_! Luana!
_Si, mamá, un perfecto idiota.
_ Hija, me asusta tu vocabulario, tan plebeyo y vulgar.

     La puerta de la estancia se abrió con estrépito y la vieja ama, irrumpió en la estancia.

_ Toma, mi niña. Acaban de traer esta nota para ti.

    La cogió con ademán nervioso y su intenso perfume la dijo que era del hombre que la había hecho esperar treinta largos minutos.
    Después de leerla se la tendió a su madre, con un comentario.

_ Léela, mamá, y atrévete a seguir sosteniendo que ese mamarracho francés que se llama Oswaldo de Livov es todo un caballero.

    La dama leyó la perfumada y escueta nota y levantó los hombros con gesto negligente.

_ No encuentro en su lectura nada que justifique tu furor.
_ ¿A si que sigues sosteniendo que…?
_ Nada hay en esta misiva que me haga cambiar de opinión. Te pide disculpas por no poder acudir a la cita.


    Luana miró a su madre y después, con gran parsimonia, se puso los largos guantes de blanca malla.

_ Muy caballeroso…Si, señor, muy caballeroso_ Dijo la muchacha, dirigiéndose hacia la puerta.

     En el carruaje la esperaba un lacayo, el cual apostado, en el pescante, dio orden al cochero de que partiera.
     Como muchas veces hiciera, Luana dejó de pensar y se entregó por entero a admirar la belleza del paisaje, extendido a las orillas del Tajo. Los cascabeles del carruaje,  llevaban sonando largo espacio de tiempo cuando un apuesto jinete, salió de la espesura. Siguió al coche cantando alegremente, guardando siempre una prudencial distancia. Y su voz llena de varonil atractivo, sacó a la joven de su soñadora abstracción.  Ordenó al cochero que aminorara la marcha y el joven jinete sonrió, al darse cuenta de la maniobra.

_ Bravo, “Salazán”, la suerte está de nuestra parte. La gran aventura va a dar comienzo_ murmuró el desconocido, dirigiéndose al noble bruto.
     Nuestro jinete también aminoró el paso y volvió a sonreír cuando la  joven dama  asomó su cabeza…
   
     El momento por él esperado había llegado. Palmoteó suavemente el lomo del soberbio pura sangre y este como si fuera una señal convenida, se lanzó a un trote elegante, alcanzando la altura del carruaje cuando Luana, al dejar de oír, su sugestiva voz, volvió a asomarse al exterior.

_ ¡Buenos días, muchacha!

Luana se sonrojó. Y sin dignarse contestar, se recostó sobre los mullidos almohadones del carruaje.
_ Tenía mejor formado mejor concepto de la educación castellana. Y por lo tanto, me has defraudado al no contestar. “buenos días, muchacho”_ dijo el joven, introduciendo su cabeza por el hueco de la portezuela.
    Luego con ligera osadía, siguió hablando:
_ ¿No te interesa saber lo que yo habría dicho?
_No._! Vaya!_ rió suavemente_. Algo es algo. Por lo menos ya sé que sabes decir “no”.
_Se decir algo más caballero. Es usted un osado y un…
_ Espera, linda, luego hablas tú. Ahora déjame decirte lo muy bonita que eres y lo mucho que me satisface comprobar que tus ojos…me llamaban.
_ ¿Que yo os llamé? Es absurda vuestra desfachatez.
    Y Luana entre indignada y divertida,  no quitaba ojo al apuesto joven.
_ Tú no te habrías atrevido, pero tus ojos, sí. Tus ojos, que atraen y retienen…
_ ¿Queréis hacerme el favor de alejaros? ¡Así, dejaré de oír estupideces!
_ ¿Y crees que tus ojos no volverán a llamarme?
_ ¿Es costumbre de vuestro país el tutear a quien se ve por primera vez?
    El joven rió, alegre y teatralmente. Su gallarda figura recortándose por el hueco de la ventanilla era asombrosamente provocadora.
    A Luana le dieron tentaciones de correr la cortinilla, pero, sin saber explicarse la causa, no lo hizo.
    El cochero esperaba una orden para acelerar la marcha del carruaje, pero se encogió de hombros, y en su rostro curtido, floreció una socarrona sonrisa cuando vio que, a su joven señora, no parecía disgustarla demasiado la improvisada compañía.
   El muchacho, con osada decisión y simpático cinismo, siguió mirándola, al contestar a su pregunta.
_ El que yo tutee a una señorita es señal evidente de que es hermosa. Nunca doy otro tratamiento a la belleza, ya que me gusta intimar con ella. El ceremonial roba intimidad y…
_ ¿Y qué?_ Luego, ante la sonrisa que adivinó en él, Luana continuó: _ sus respuestas son tan extrañas y absurdas, que logran interesar.
_ ¿Por qué no me tuteas? Ello daría más encanto a nuestra conversación.
_ Nuestra conversación, señor va a ser breve, ya que Luana de Aranda y Cortés, condesa de Alamar no suele conversar con desconocidos.

    Al hablar, asomó su encantador rostro por la ventana, para observar mejor el efecto de sus palabras. Pero su asombro fue grande cuando vio que el joven seguía impasible.
    _ Pues si el ser un desconocido constituye un inconveniente para que charlemos, pronto este obstáculo va a dejar de serlo_ Cogió la espada que colgaba a lo largo de su cintura y, cruzándola sobre su pecho, se presentó: _ Luis Martín González, siempre al servicio de lindas damas.
_ Luis Martín… ¿González?
_ ¿Te desagrada mi nombre? A mí me gusta. Estoy muy orgulloso de él.
_ ¿Por qué?
_ Es bonito, suena bien… Estoy seguro de que te será muy fácil recordarlo. A todas las damas les gusta mi nombre.
_ A mi, no. Creo que ya se me olvidó.
_ Yo creo todo lo contrario.
_ ¡Sois un insolente!.

    Tiró con rabia del cordón de la cortinilla y ordenó al cochero que aligerara la marcha.
    Fue obedecida con prontitud, pero si bien los visillos borraron todo el paisaje exterior, en sus retinas llevaba tan grabada la imagen de aquel hombre, que aún cerrando los ojos seguía viendo su gesto burlón y su mirada audaz.
“¿Quien puede ser?”, se preguntó a si misma-. “Tiene un nombre distinguido y un apellido honorable., pero se comporta como un plebeyo”.
    No pudo vencer la tentación que la acometía de volver a ver su rostro. Sus ojos negros e intensos que traspasaban como el fuego. La capa, que con descuidada elegancia colgaba de un hombro. Y sobre todo, aquellos labios que se contraían graciosamente en obstinado gesto de burla y desafío.
     Levantó con sumo cuidado una esquina de la tela y le vio tal como su subconsciente terminaba de describirlo. Desafiante, bello y altivo, como un guerrero.
    De pronto enrojeció, turbada y se llamó a si misma torpe una y cien veces. El joven había visto o quizá adivinado su acción y la envió un beso, poniendo sus dedos en los labios…

    No se le ocurrió repetir aquello. Sabía qué el seguía allí, escoltándola y casi sintió pena cuando poco antes de llegar a la ciudad, dejó de sentir su galopar y su canción alegre y melódica, que a ella le estremeció dulcemente el corazón. 

viernes, 17 de mayo de 2013

El Secreto; segunda parte del capítulo II


Ella contestó afirmativamente, moviendo apenas la cabeza.


* * * *

    Poco después, el carruaje partía llevando al conde Hernán de Alamar camino de la Corte, y los dos jóvenes, a instancia de la hermosa dama, se internaron bajo la protectora sombra de los árboles del jardín.
    Oswaldo de Livov admiraba la gran belleza de la mujer, que silenciosa, caminaba a su lado.
_Parece que la marcha de vuestro padre ha restado alegría a vuestros ojos Luan.
_ Nada de eso, conde Oswaldo. La marcha de mi padre, en esta ocasión, no pude proporcionarme más que una gran satisfacción.
_ En tal caso, lo mismo que a mí. Claro que mis motivos y los vuestros no llevarán los mismos derroteros.
_ No os entiendo, conde.
_Quise decir que yo me alegro de la marcha del Conde, porque así puedo disfrutar de la compañía de la más bella criatura que cobija el cielo de Castilla.
_  Muy galante…
_ ¿Y cuales son vuestros motivos Luan? Bueno, si no es ninguna indiscreción, ya que sería muy pueril creer que vuestra alegría se debe a…
_ Siga, conde_ Le animó la joven.
_...la simpatía que yo pudiera inspiraros, señorita,

    Las carcajadas de la joven, llenaron el ámbito del gran jardín. Rió en buen espacio de tiempo y dijo después, bailando la risa en sus ojos:
_ No se os puede negar que sois divertido.

    Por un momento, Oswaldo pareció desconcertarse, pero pensó en la importancia del papel que representaba y logró dominar los impulsos que le acometieron de apagar aquellas burlonas carcajadas sellando sus labios en una interminable caricia.
    Rápidamente trazó un atrevido plan que le llenó de satisfacción. Su empolvado semblante cobró vida y sus ojos, que casi siempre ocultaban los párpados, brillaron intensamente.
    La belleza esplendorosa de la muchacha que, divertida, caminaba a su lado, bien merecía el peligro a que iba a exponerse. La miró con intensidad. Era hermosa y altanera. Con aquel precioso vestido,  de diáfanos y extensos vuelos, el ajustado corpiño de amplio escote, que dejaba al descubierto los hombros y gran parte del busto y aquella cabeza de negro y ondulante cabello, erguida en constante desafío, constituían poderosos encantos, capaces de tentar a otro menos intrépido y amigo de peligrosas aventuras que él.
     Con el pensamiento puesto en otras cosas, le preguntó:

_ ¿Conocéis Francia, señorita Luan?
_ Estuve en París dos veces.
_ ¿Os gustaría volver?
_ Me gusta con locura viajar. A mamá le asusta. Pero a mí me entusiasma.
_ Estoy seguro que os entusiasma todo aquello que no conocéis.
_ ¿Como es posible que hayáis acertado? _ Seguía burlándose.
_ Es fácil suponerlo. ¿Sería muy indiscreto preguntaros si conocéis el amor?
_ No, no lo es.

Luana pensó que sería divertido saber lo que aquel figurín versallesco opinaba del amor.
_ ¿Lo conocéis Luan?
_ No, y quisiera que usted me diera una opinión sobre él.
_ Hay muchas opiniones sobre este sentimiento. Unos consideran que es algo maravilloso e inquietante. Y otros que es una debilidad del corazón, muy enojosa, ya que los que la padecen se portan tontamente y sin sentido práctico alguno.

     Luana, sonrió al preguntar:

_ ¿Y vos Conde, quien creéis que tiene razón?
_ Sin ninguna duda, yo creo que…
_ ¿Los últimos, verdad?
_ ¿Como lo adivinasteis?- preguntó, con gesto de honda extrañeza.

    Y como él dijera anteriormente, la muchacha contestó riendo:

_ Era fácil suponerlo.

     Las olorosas flores de mimosa, que perfumaban el cielo, los álamos temblorosos, los blancos estefanotes de hermosas flores mate y brillantes hojas, los alhelíes de mil colores que contrastaban su perfume con el de las otras flores… todo parecía formar un suave eco a la risa maravillosa de aquella muchacha, bella y sugestiva…

miércoles, 15 de mayo de 2013

Cincuenta Sombras de…Gregorio.



A estas alturas, todas y “algunos”sabemos el éxito que a tenido y sigue teniendo, la trilogía “Fifty Shades of Grey” ( o sea, Cincuenta Sombras de Grey), dicen los que la han llegado a terminar, que son muchos que se han vendido la friolera de 31 millones de ejemplares, amos que la tal E.L. James, le a echo la competencia a J.K. Rowling  en rapidez de ventas, dicho sea de paso, ( Joer con las británicas).
Esta novela, según, (y digo esto por que he sido incapaz de seguir leyendo, tanto “guau” xd xd) está narrada en gran medida en Seattle, ciudad romántica donde las haya y si no acordaros de Tom Hanks y Meg Ryan en “Algo para recordar”. Y se nos describe la relación entre una recién graduada de la universidad, Anastasia Steele, (familia de Remington Steele) y un joven magnate de negocios, Christian Grey (pariente de Dorian, aquel que tenía un cuadro precioso en el desván).
El caso que esta historia se destaca por sus escenas “ explícitamente eróticas” con elementos de las prácticas sexuales que involucran “Bodage” “disciplina”, “dominación” “sumisión” “sadismo” “masoquismo” lo que viene a ser un “completo” vamos.

Comprenderéis que una tauro, dragón cabezona como yo sola, esto de la disciplina, la dominación y tal como que no va conmigo, pero en fin allá cada cual con sus deseos y actos.
Y lo siento si hiero sensibilidades pero siempre me a parecido una “memez” que una mujer ande suspirando por un hombre, aunque se trate de alguien tan “atraca-tivo” como el tal “Mr.Grey”.


Pero mira por donde, el lunes fue mi cumple, y entre otros cuantos de libros y de otras cosas que me regalaron me llamó la atención uno, finito, de esos que se leen en un cuarto de hora si me apuras. Cincuenta Sombras de Gregorio, se titula de una autora hasta ahora seguramente desconocida, Rossella Calabró, (menos mal que esta no es británica por que también se está forrando con el invento de las sombras).


Esta historia es la antítesis del Grey anterior, no es apuesto, ni rico, ni misterioso, no tiene un lado oscuro ( como Luke Skywalker). No toca el piano, no regala coches etc… vamos que es un Grey de andar por casa, lo que viene a ser un “Gregorio”

Gregorio es el hombre que duerme a tu lado, el que ronca en la cama, se pasea por casa con una camiseta vieja y unos calcetines llenos de tomates, ese ser con el que compartimos la vida y en cambio es un negado total para detectar nuestras preocupaciones o para satisfacer nuestros deseos más íntimos.
Gregorio es nuestro compañero-marido-amante, el alegre hombre corriente, plagado defectos con el que nos encontramos día a día. Imperfecto hasta decir basta, pero tiene algo que nunca tendrá Grey. Nos hace reir.


La narración es sencilla y directa, y el libro como he dicho antes que se lee en un ratito, tiene partes que te hacen sonreír, otras incluso tan hilarantes y surrealistas que te tienes que carcajear. Es un libro divertido, que supongo no tiene mayor pretensión que la de entretener.
Para concretar, un escrito que compara una de las trilogías más vendidas y conocidas del momento, de forma burlesca y un tanto disparatada, pero que nos hace pasar un rato muy ameno , durante su lectura.


“Grey es un hombre irresistible.
Ojos: Grises como el cielo antes de una tormenta hormonal.
Manos: Grandes y fuertes.
Pelo: abundante
¿Y Gregorio?
Ojos: dos.
Manos: también.
Pelos: Cuatro.”


El macho humano medio, aquí denominado Gregorio, difiere considerablemente del espécimen de ensueño definido en la literatura como Mr. Grey.

Es una cuestión de matices, es verdad: ambos pertenecen a la especie Homo sapiens. Pero cincuenta matices o, mejor dicho, cincuenta sombras no son una insignificancia.”


Mr. Grey involucra a su amada en situaciones extremas, saturadas de peligro y de golpes de efecto que ponen los pelos de punta.
Gregorio también: a las reuniones de la comunidad de vecinos va siempre Lola.”


Feliz Lectura.

sábado, 11 de mayo de 2013

El Secreto Capítulo II


    Al día siguiente, cuando empezaba a clarear un nuevo día, un apuesto jinete, montando un brioso corcel, trasponía las murallas de Toledo. Las grandes murallas que el rey Alfonso VI conquistó a los árabes en 1085.

II


_... Y ya lo sabéis. Quiero que el conde de Montoro, cuando abandone este palacio, sienta deseos de volver. Necesito su amistad._ Miró a su hijastra, que le escuchaba distraída y continuó, al tiempo que retorcía las guías de su cuidado bigote_. La llegada de Oswaldo de Livov quizá me haga modificar los planes que formé sobre tu compromiso con Alberto de Mendizábal.
Luana se revolvió en su asiento. Parecía que la conversación empezada a interesarle_ ¿Cuántos años tiene el conde Oswaldo de Livov?_ Preguntó la muchacha.
_ ¿Crees que sólo la edad interesa en las personas, Luana?
_ No, padrino, pero desde ahora mismo me opongo a considerarle como un candidato a mi mano, si rebasa los treinta años.
_ Escucha, Luana. Podría por la fuerza obligarte a contraer matrimonio con Alberto. Su posición en la Corte y su caballerosidad, son una garantía para la felicidad de cualquier joven honesta. Pero no quiero emplear la fuerza… por ahora. Espero que tu buen sentido no haga que me enfrente contigo, ya que eres la única heredera de esta casa.
_ Por la fuerza, padrino, no conseguiríais nada, Vos mismo afirmáis que no me parezco a mi madre en mi modo de ser, que no parezco un dama… por mi intrepidez. Os digo que no me casaré con Alberto de Mendizábal, como tampoco lo haré con el conde Oswaldo si mi corazón no logra interesarse por el.
     La mirada de Hernán de Alamar brilló colérica y sus puños se cerraron con fuerza.
_ Solo por esta insolencia merecías que se te castigase. Y lo haría, vive Dios, si el conde francés no estuviera al llegar.
_ ¡Esta hija mía…! ¿Por qué no te parecerías a mi Luana? ¿Por qué, Dios santo, ese afán de complicarse la vida?
_ Estás equivocada, mamá, no es afán de complicarme la vida. Es afán de defender precisamente mi propia vida.
_ En mis tiempos, las muchachas aceptábamos, sin ninguna objeción, el esposo que a nuestros progenitores les parecía conveniente.
_ Y en estos tiempos también, mamá.  Pero yo tengo formado mi propio criterio y lucharé hasta conseguir que mis sueños se conviertan en la más maravillosa de las realidades.




_! Luana! ¿Qué manera es esa de hablar? Me das miedo, hija mía.
_ Otro día muchacha, seguiremos esta absurda conversación. Pero ten en cuenta que seré yo, tu padre ante la ley, quien dirá la última palabra. Y que no existirán más sueños ni realidades que las que yo elija u ordene para ti.
    Los párpados de largas y negras pestañas, se abatieron ocultando la rebeldía que se leía en sus verdes ojos.
_Ahora_ Siguió el conde_ irás a dar los últimos toques a tu peinado. Ya conoces mis deseos. Quiero que el conde Oswaldo encuentre un clima de afecto en esta casa.
    Media hora después, se detenía a la puerta del palacio de “Las Mimosas”, una vistosa carroza, tirada por cuatro caballos. De su interior y ayudado por el uniformado lacayo, descendió un hombre elegante, de blanca peluca, que armonizaba admirablemente con el monóculo y las golas de almidonado encaje de sus bocamangas y pechera.
    Con pasos mesurados y presuntuosos, tendió su enguantada mano a los tres miembros de la familia Alamar, que le dieron la bienvenida en la gran escalinata de mármol.
-¿Llego puntual? Me desagrada en extremo hacer esperar a las damas, máxime si como en el caso presente, son tan lindas.
    Después de las presentaciones de rigor, pasaron al gran comedor donde severos y altivos criados sirvieron un espléndido almuerzo.
    El perfume del conde Oswaldo se extendía, empezando a marear a sus tres comensales.
_ ¿Conocéis Francia, señorita Luan?
_ Perdón, conde, me llamo Luana de Alamar.
     Su gesto fue altanero al pronunciar estas palabras.
_ Nunca un nombre de mujer pasó inadvertido para mí. Se perfectamente que os llamáis Luana, pero debéis perdonarme que para mí seáis Luan, ya que tengo la costumbre de reducir los nombres de todas aquellas personas que me gusta tratar, y vos presiento que vais a gustarme.
_Pues…
_Mi hija tendrá un gran placer si le concedéis a deferencia de gozar de vuestra amistad, señor._ La recia voz del conde Hernán, cortó la respuesta de Luana.
_ Siendo así, sólo me queda lamentar una cosa…
_ ¿Y es, señor de Livov?_ preguntó Luana.
_ Que no tengáis los ojos negros._ Miró disimuladamente a los tres y continuó mientras ahuecaba los encajes de sus bocamangas: _ Me apasionan los ojos negros.

     El cerebro de Hernán de Alamar trabajaba vertiginosamente. Mientras, Luana empezaba a encontrar divertido a aquel tipo francés.

_ ¿Creéis, conde, que os será fácil haceros con la cuantiosa herencia de vuestro tío?
_ Antes de venir a Toledo, estuve unos días en la Corte y espero que se me den toda clase de facilidades. Si bien no existe ningún documento que acredite que falleció, tampoco le tenemos de, que siga viviendo. Y creo que pensar lo primero es lo más razonable.
_¿Sois el único que puede reclamar ese herencia verdad?
_ El único. Mi madre era su única hermana y yo el único hijo de mi madre. ¿Está claro?
_ Muy claro.

La joven condesa veía que, en un momento dado, le sería difícil ocultar la risa que pugnaba por salir de sus labios.

_ Eso mismo me dijeron en la corte. ¡Muy Claro!
_¿Por qué siendo un noble caballero, no lucís la espada en vuestra cintura?

Luana hizo la pregunta con fingido gesto de inocencia.
_ Me ponéis en un grave aprieto, señorita, ya que me veo obligado a confesaros que su siniestro filo me horroriza. Mamá murió del corazón y yo temo por el mío. ¿Es una razón pausible, verdad?
_Muy pausible, conde, muy pausible…
_¿Puedo contar con vuestra ayuda, señores, para el caso de que el rey pusiera algún impedimento sobre mis derechos a esa enojosa herencia? Nando, me ha dicho que todos ustedes están muy bien relacionados en la floreciente Corte de Felipe V.
_Claro que podéis contar con nuestra influencia, conde. Nos sentiremos muy complacidos si podemos ayudaros.
_Vuestras palabras, condesa, me llenan de satisfacción, pero opino que una dama no debe dejarse llevar de sus encantadores impulsos sin contar con la aquiescencia de su señor esposo.

_ Hago mías las palabras de mi esposa, conde. Nuestra casa y nuestra amistad están a vuestra entera disposición.

Me emocionáis, señores. Mi corazón no se engañó en sus presentimientos. Nando tenía razón al hablar tan bien de sus señores.
_¿Quién es Nando?
_ El único servidor que queda en la Casona. Fernando Paz, es su nombre, pero claro, ya les he dicho que tengo costumbre de las abreviaturas. Nando me contó lo que sabía de la desaparición de mi difunto tío, pero yo quisiera, si no fuese mucho pedir, que me ampliarais su relato, ya que necesariamente debéis conocer…
_ Encantado. Os contaré todo lo que deseéis saber. Después, pasaremos al fumador y sin la enojosa presencia de los criados, podré satisfacer vuestra curiosidad.
_No es que me interese demasiado. No me gustan las cosas tristes…
_ ¿Dañan vuestro corazón, señor de Livov?_ Luana hizo la pregunta con encubierta burla.
_ Encantadora señorita, ¿Ignoráis por ventura que las cosas tristes siempre dañan, más o menos intensamente?
La joven no contestó. Su mirada estaba pendiente del mayordomo, que había irrumpido en el comedor. Y después de inclinarse reverentemente, habló al conde Hernán, silencioso y breve.
_ Tengo que ausentarme por un tiempo. Queridas, en vuestras manos dejo al señor conde, en la creencia de que, durante mi ausencia, será atendido dignamente. Partiré dentro de breves momentos.
_ ¿Tan rápido?
_ Recaredo me llama con urgencia a la Corte.
_ ¿Es algo grave?_ Preguntó el conde Oswaldo, en tono convencional.
_No grave no, pero sí muy enojoso.
_ ¿Estaréis allí muchos días?
_ Sólo los más imprescindibles._ Se levantó, sin esperar los postres y siguió fingiendo gran pesar_. Siento no poderle contar la triste historia de su tío, pero lo haré a mi regreso. Mientras, mi querida hija puede haceros los honores.
_ ¿Podemos salir solos?
Y al hacer la pregunta, sacó un finísimo pañuelo de batista y encajes, para aspirar su perfume.
_ La educación de mi hija es algo liberal. Nadie se extrañará por ello.
_ Temo, entonces, que voy abusar con exceso de tan bella compañía. ¿No enojará a nadie mi presencia a su lado?

    Luana esperó la contestación de su padrino, con la risa jugueteando en sus tentadores labios.
_No debe importaros el enojo de nadie, teniendo mi aprobación y la de mi hija.
_ ¿Y la tengo, señorita Luan?

Ella contestó afirmativamente, moviendo apenas la cabeza.

viernes, 3 de mayo de 2013

El Secreto, segunda parte del capítulo I


    Al cerrarse tras ella la puerta de sus lujosos aposentos, dejó de ser la muchachita que sueña con el amor y se enfundo con su personalidad de altiva damisela, que miraba a todos con el orgullo que le daba el haber nacido en tan alta cuna.

*  *  *  *  *
 La campanas de la catedral de Toledo dieron las nueve, y el sonido se extendió por la vieja y tranquila ciudad.
    La luna extendió sus rayos de plata sobre los severos edificios, cuyas sombras se reflejaban en las estrechas y empedradas callejas. La guardia toledana se disponía a cerrar las puertas de la ciudad, cuando tuvo que echarse a un lado ante el loco galopar de dos jinetes, cuyos juramentos se  perdieron entre los cascos de las cansadas bestias, las cuales, sudorosas y fatigadas, empezaban a aminorar la forzada marcha.

_ Un minuto más y nos habríamos tenido que quedar fuera.
_ Os lo advertí, señor, que así sucedería.
_Tuvo la culpa esa preciosa muchacha, sobrina del ventero. ¡Canta como los ángeles!
_Tengo mis dudas sobre ello, señor.
_ ¿Te atreves a sostener lo contrario?
_ Lo que me atrevo a decir es que los ángeles no cantan de esa forma y con ese estilo tan…tan…
    El más joven rompió a reír, al preguntar:
 _ ¿Tan qué Fernando?
 _ Tan perturbador, señor.
_ ¿Te pareció así?_ Y sin esperar respuesta, siguió hablando_ Las mujeres de España tienen un endiablado atractivo y temo por mi inflamable corazón. ¡Seguro es que no podrá resistir el fuego de algunos ojos negros!
    Los cascos de los caballos repercutían en el silencio de la noche. Los dos hombres cubrieron sus rostros con el embozo de sus capas negras, calando sus sombreros a la altura de sus ojos.
    Sus precauciones eran inútiles, ya que las calles estaban desiertas.
_ Mirad, señor, ¿Veis esas grandes murallas?
_ Si, Fernando.
_ Es el palacio de la condesa de Alamar. Los toledanos le llamamos “Mimosa”, porque hay allí infinidad de esos árboles.
_ ¿Cuántos hijos tiene la condesa?
_Sólo una hija.
_ ¿Del segundo matrimonio?
_ No del primero. Es altiva y orgullosa, pero tan bella como un serafín.
_ ¿De ojos negros?
 _ No, no son negros, los ojos de la condesita Luana tienen un color verde indefinido, pues cambian según sea el humor de su dueña.
_ ¿Seguimos?
_ Vos mandáis mi señor.

  Los caballos volvieron a galopar, rompiendo la quietud de aquella plácida noche.
    Pronto llegaron a un imponente caserón cuyas estrechas ventanas parecían las de un convento.
   Fernando sacó una gran llave y la encajó en la cerradura. La grande  y maciza puerta se abrió, mostrando una oscuridad mucho más intensa que la exterior. Luego se cerró la puerta de nuevo y ellos salieron a un patio de armas, grande y cuadrado, donde ataron las monturas.

    Una vez dentro de la obscura mansión, el sirviente encendió un pesado candelabro de bronce y precedió a su señor hasta un gran salón, donde otro candelabro iluminaba la figura de un hombre, que se había levantado al oír el rumor de los pasos que se acercaban. Entonces, Fernando vio como los dos hombres se fundían en un fuerte abrazo.

_ ¡Quien me iba a decir a mí que, después de tantos años sin vernos, volveríamos a encontrarnos en circunstancias tan tristes!
_¿Por qué no me llamasteis antes, tío? Igual que ahora, me habría faltado tiempo para venir a vuestro lado.
_ Lo sé muchacho. Pero hace cuatro años eras muy joven para enfrentarte con esta terrible realidad.
_ No tanto, pues ya había cumplido los veintidós.
_ Estos cuatro años que has vivido plenamente, te serán muy útiles si como supongo, estás dispuesto a ayudarme.
_ ¿Podéis siquiera dudarlo, tío?
_ Ni un solo momento dudé de tu lealtad y cariño, ya que, de lo contrario, habría huido. Pero tú sabes por mi fiel servidor, que mis planes son otros.
_ Fernando fue bastante explícito. Por lo tanto, ya hice los planes que nos llevará a la victoria.
_ El cielo nos preste su ayuda si fracasamos…
_ No fracasaremos. Vamos a luchar con astucia y disimulo, con las mismas armas que emplearon ellos para hundirle hace cuatro años.
_ Cuatro largos años que vivo acosado como las fieras… cuatro años que fue puesto precio a mi cabeza, por traidor…
  
  La voz del conde Francisco de Montoro impresionó a sus dos oyentes por el dolor que encerraba.

_ Pronto los verdaderos traidores pagarán sus culpas, pues no pienso tener piedad con ellos. Seré astuto como un zorro.
_ ¿Quieres revelarme tus planes?
_ Claro que sí. Los maduré durante todo el viaje y estoy seguro de que serán aprobados por usted.

 El recién llegado arrastró  un viejo y polvoriento sillón y desembarazándose de la capa, se sentó para iniciar una larga conversación.

Francisco de Montoro le escuchó con honda emoción y la risa, que había muerto en sus labios cuatro años atrás, floreció como un milagro, al renacer en él sus esperanzas.

_ Con un cerebro como el tuyo, es seguro que venceremos. Pero antes de que des un solo paso he de advertirte que si fracasas, tu cabeza será colgada en la Plaza Mayor.
_ Entonces lo sentiré por vos Tío.
_ ¿Por mí? No, muchacho. Por mí no. Es difícil comprender la psicología humana. Cuatro años esperando el momento de tu llegada y ahora, después de tenerte aquí, casi estoy arrepentido de haberte llamado. Me asusta el riesgo que pueda correr tu juventud.
_ Mi juventud la expuse muchas veces por fútiles motivos. Si me jugué la vida por una sonrisa o el beso de una dama ¿Cómo no voy a poner mi espada sin temor al servicio de vuestro honor?
 _ ¡Muchacho!
_ Vuestro honor es también el mío.

Unos fuertes albadonazos contra la claveteada puerta estremecieron el corazón de los tres hombres.

_ Ya están aquí, estos hijos de Satanás. ¿Qué vendrán buscando?_ dijo Francisco.
_¿ Hacía tiempo que no se acercaban por aquí?
_ Unos treinta días.
_ ¿Y qué haremos ahora? Yo puedo ir con vos al sótano, pero ¿Y el caballo?

    Los violentos golpes volvieron a dejarse sentir, más fuertes todavía. Los tres hombres permanecieron  inmóviles, incapaces de aclarar cual iba a ser su siguiente paso.
    De pronto, el semblante del joven recién llegado se iluminó.
_Corred a ocultaros, tío. Y tú Fernando, ábreles las puertas. Pero antes indícame dónde puedo encontrar una tina con agua y jabón.
_ ¿Qué piensas hacer?_ preguntó Francisco a su sobrino.
_Vos corred a vuestro refugio. Fernando y yo nos las entenderemos con ellos.

El conde cogió el pesado candelabro y salió de la habitación. Francisco de Montoro era un hombre como de unos cincuenta años, de porte erguido y figura señorial. Moreno, de ojos inteligentes con sus aladares prematuramente blancos, revelando su dolor y sufrimiento.

_Ahora aprisa, indícame pronto lo que te he dicho. ¡Vuelven a llamar!
_ Saben que Fernando Paz, es algo sordo._ Miró significativamente a su amo y siguió diciendo: _siempre que abro empiezan a perder la paciencia. Esto les hacía desconfiar en sus primeros registros, pero ahora ya se han acostumbrado.

   El criado abrió una puerta e indicó al joven amo, lo que le había pedido.

_Ahora, ve a abrir. Cuando pregunten a quién pertenece el caballo, les dices que es de un criado del sobrino del conde, que se adelantó  en su viaje para anunciar la llegada de su señor.

Fernando dejó el candelabro y encendió una palmatoria con una escuálida vela. Alcanzaba ya los cerrojos de la puerta, cuando con más furia, volvió a sonar el aldabón.
_ ¡Ya va!
Descorrió los cerrojos y los armados  alabarderos del rey Felipe V se precipitaron en el interior.
_ ¡Voto a cien mil demonios armados!
_ ¿También hoy estabas durmiendo?
_ Pues no tienes cara de haber despertado de un sueño feliz.

Fernando les miró con fingido gesto de enfado y burla al decir:

_ ¿No creéis que a estas horas la real guardia de nuestra serenísima y graciosa Majestad estaría mejor en otro lugar que aquí alborotando a pacíficos ciudadanos? ¿O es que vuestras gargantas echan de menos el buen vino de esta casa?
_ Nuestra misión es más sagrada que probar el vino de tus cubas. Pero nunca un buen trago está de más, si se tiene en cuenta que tu maldita sordera nos tiene media hora a la intemperie.

    Hablaban alto y sus voces repercutían en el gran patio, que la luna llenaba de misteriosas sombras.
   
_ ¿Donde está el jinete de ese precioso pura sangre?_ Preguntó un guardia de pronto.
_ ¿Eh?_ Contestó Fernando, en su magnifico papel de sordo.
-¿Que donde está el jinete que esta noche montaba esta bestia?
_ ¡Ah! Esta sordera mía…
_ ¿Quien es el hombre que te acompaña Fernando Paz?
_¿Queréis verle?
_ ¿Queremos ver toda la casa, incluyendo a tu hombre, _ contestó el que parecía mandar sobre la cuadrilla.
_ ¿Un trago antes?
_ No, antes la obligación. Después…

Otro guardia terminó por el.
_ El trago.
_Esta bien, vosotros mandáis. Empezad por donde mejor os plazca. Yo no os acompaño hoy, pues tengo que atender al recién llegado.
_Te hemos preguntado por el.
_ ¿A si? No lo oí_ Cogió y tiró de sus orejas con las manos_. El recién llegado es un lacayo del heredero de mi señor, que vino a anunciar su próxima visita.
_ ¿Y cuando llega el heredero?
_ ¿Qué?

    El semblante de buen Paz, daba la sensación de una verdadera sordera.

_ ¡Por mil demonios armados!- Acercó su boca a su oído y le volvió a preguntar, dando muestras de cólera._ ¿Cuándo llega tu nuevo señor?
 _ No lo se con certeza, pero se lo podéis preguntar a su enviado.
_Condúcenos hasta el.

Fernando les acompaño a través de tétricos pasillos, cuyas sombras apenas rompía la vacilante luz de la vela.

Abrió la puerta y los cuatro alabarderos vieron un rostro lleno de jabón, cuyo cuerpo se sumergía en un mar de espuma.

_ Estos servidores de nuestra graciosa Majestad, desean conocerte y preguntarte cuándo llegará tu señor.

Paz no dudo en tutear al joven, sabiendo que otra cosa habría extrañado a la guardia.
_ Tendrán que perdonar que les reciba de esta forma. Si hubieran avisado de su llegada…

    Las cejas llenas de blanca espuma se alzaron con gesto burlón.

_ La guardia nunca avisa, jovenzuelo. Tendrás que saberlo, lo mismo que tendrás que dejar a un lado esa ironía de la que haces gala.
_ Gracias por la advertencia. Lo tendría en cuenta si no partiera de España mañana mismo.
_ Entonces…Bien, como necesitarás descansar, dinos cuando llega tu señor.
_ Dentro de cuatro días.

La guardia cerró de un portazo y después, con la monotonía de la costumbre, se dedicó al registro.
    Al día siguiente, cuando empezaba a clarear un nuevo día, un apuesto jinete, montando un brioso corcel, trasponía las murallas de Toledo. Las grandes murallas que el rey Alfonso VI conquistó a los árabes en 1085.