sábado, 30 de octubre de 2010

La Señora Rachel Lynde se lleva una Sorpresa.

“La señora Rachel Lynde vivía donde el camino real de Avonlea que desciende por un pequeño valle orlado de alisos y zarcillos, en un lugar cruzado por un arroyo que nace en los bosques de la vieja posesión de los Curthbert”
Este es el comienzo de una de mis novelas favoritas de todos los tiempos, Anne of Green Gables o lo que es lo mismo, Ana de Tejas Verdes, escrita por la canadiense Lucy Maud Montgomery.
Publicado por primera vez en 1908. En principio se escribió para todas las edades, pero al igual que la obra de Louise May Alcott, en mi época siempre fue considerada literatura para niñas.
La novela narra la vida de Anne Shirley, una pequeña pelirroja huérfana que tiene una gran imaginación. Es entregada por error en la casa de Marilla y Matthew Cuthbert, dos hermanos de mediana edad, que viven juntos en Tejas Verdes, una granja que pertenece a un pueblecito llamado Avonlea .
Podemos recrearnos en las peripecias y meteduras de pata, de la pequeña Anne, junto con su amiga del alma Diana Barry . Su carácter imaginativo le lleva a poner nombres rimbombantes a todo lo que le rodea, sacando de sus casillas el carácter severo de Marilla pero encandilando el corazón del solitario y callado Matthew. Ambos llegan a amarla como a una verdadera hija, a pesar de meterse siempre en enredos domésticos, tales como teñirse el pelo de verde, emborrachar a Diana, o decir que había un ratón en la nata, cuando hay invitados a tomar té.
Anne es deslumbrante e inteligente, inquieta por complacer, pero descontenta con su nombre (ella prefería llamarse Cordelia), con su piel pálida llena de pecas, por sus largas trenzas de pelo naranja (con el tiempo se convertirá en un precioso pelo color cobrizo) y sobre todo por su precario vestuario. Su sueño de infancia es tener un bello vestido de mangas abullonadas.
Estas novelas, costumbristas, te llevan a una época en las que las mujeres, apenas tenían otros objetivos, que los de casarse y tener una familia, por el contrario Anne, gracias a su rivalidad con Gilbert Blythe. Consigue no solo, premios a sus estudios, si no trabajar en aquello que más le gusta; la enseñanza.
La historia, tiene su lado romántico en sus secuelas, pues son un total de ocho libros, los que te narran toda la vida de Anne y Gilbert.
Pienso, que si se volviesen a leer este tipo de novelas, sería una manera de rendirles tributo a estas mujeres luchadoras, pero consecuentes con las circunstancias que les rodeaban, que no se conformaban con seguir las normas establecidas, y que seguramente el mundo moderno cambió gracias a ellas y otras como ellas.
El parecido entre Jo March, y Anne, en su lucha por su superación, es indiscutible, aunque ambas forman cada una por su lado parte de la literatura universal.

lunes, 18 de octubre de 2010

Sin regalos la Navidad no será lo mismo...

Así comienza uno de los libros que influyó en mi juventud y al que sigo apreciando y releyendo siempre que tengo ocasión.
Como he escrito antes, la educación nacional-católica, que muchos de nosotros recibimos, influía bastante, en nuestras lecturas y nuestros gustos por la literatura. No obstante, con la edad me fui desbancando de esas lecturas, teniendo el gusto por las propias. Aunque en aquella época, y siendo mujer, solo estaba bien visto, las llamadas “lecturas para niñas”. Mujercitas, Heidi, Sissi Emperatriz etc.…
La editorial Bruguera y sus Clásicos Juveniles, me envolvieron en una gran aventura, en la que sin lugar a duda fue el primer peldaño, para apreciar obras de gran valía.
Pero siempre tuve la plena convicción, de que esas novelas “para niñas” no eran tal, y existía gran trascendentalismo dentro de ellas. La lucha de cuatro hermanas, con aptitudes y sueños totalmente diferentes que se recrea en Mujercitas, nada tiene que ver con el “romanticismo” en el que está siempre catalogada. Una familia venida a menos por sus convicciones, en plena guerra de secesión, en el que aunque siempre se narran las peripecias del Sur, en el Norte tampoco es que estuviesen de rositas. Luchando día a día por tener un bollo caliente o una patata para el desayuno, zurciendo la ropa, o tratando de sobrellevar la pobreza, pero siguiendo los usos y costumbres de la época, bailes, óperas y puestas de largo. A las que debido a su apellido y anterior posición social, eran invitadas habitualmente, sin considerar ni por un momento, el no asistir a tales eventos a pesar de llevar ropa pasada de moda, guantes manchados o faldas chamuscadas.
El valor de personajes como Jo, han sido muchas veces en mi vida lo que me a dado fuerzas para seguir adelante, rechazando lo que pudiese parecer a los ojos de los demás una vida mas regalada y pudiente, y con la filosofía claramente de Louisa May Alcott “pleno vivir y elevado pensar” que siempre llevaron todas sus protagonistas.
Ni que decir tiene, que Mujercitas tiene un sitio especial en mi humilde biblioteca, aunque mi favorita siempre será Polly Milton, una muchacha anticuada, a la que un día por razones de la vida, perdí la pista, y la recuperé hace dos años en el rastro de Madrid.
Ese reencuentro con el libro, fue parecido al de dos buenas amigas, que llevaban más de veinte años sin verse, pero que a pesar del tiempo pasado, ninguna de ellas había perdido la esencia de la juventud.
Recomiendo encarecidamente estas lecturas, si hace tiempo que no se hacen, serán reencuentros con viejas amigas y sitios maravillosos, si son la primera vez, desprendeos de perjuicios absurdos y románticos, y meteros en la vida y en el pensamiento de esas mujeres luchadoras, que salieron adelante en un mundo solo de hombres. Aunque como mandan los cánones al final siempre la protagonista encuentra el amor. ¿¿Que sería de la existencia si no??.

martes, 12 de octubre de 2010

Mis Primeros Amigos

En nuestros días es difícil suponer que a alguien le regañen o castiguen por estar leyendo por los rincones. En mis tiempos también era extraño, pero a mi me pasaba.
Si mi madre me mandaba hacer alguna tarea doméstica, yo siempre tenía un cuento o una novelita escondida para terminar de leerla. Castigos y broncas por ese motivo, me he llevado unas cuantas en mi vida. Pero supongo que las historias para mí, son como ahora los videojuegos, que no puedes parar de jugar hasta pasar al siguiente nivel, y al siguiente etc. Para mi, pasar de un capitulo a otro, era el nivel que tenía que alcanzar para saber si el patito se convertía en cisne, si el gigante dejaba jugar a los niños en su jardín, si el emperador se daba cuenta de que andaba desnudo por el palacio, o si Rapunzel tras bajar de la alta torre se dejaba el pelo corto por siempre jamás.


Los mayores culpables, fueron los hermanos Grimm, ellos eran especialistas en buenos comienzos y tramas increíbles, también Andersen tubo su parte de culpa , luego con el tiempo Disney rompió todos los esquemas de los cuentos, con canciones ñoñas y finales adecuados.


Pero los cuentos no tenían finales felices, ni en ocasiones principio, en la mayoría de ellos se habla de personajes aterradores, gnomos, brujas, demonios, ondinas, animales parlanchines, objetos malditos etc.… Bien mirado aquellos cuentos eran peores que las historias de Stephen King. Pero como hablaré de el más tarde, por ahora me quedo con los cuentos.
Niños forzados a trabajar a muy temprana edad, o abandonados en los montes, princesas obligadas a casarse sin amor, o encerradas en torres de por vida, pequeñas internándose solas por los bosques con temor de lobos y leñadores, que yo ahora que lo pienso, seguramente serían peores estos últimos. La verdad es que aquellos cuentos como vulgarmente se dice “acojonaban” bastante. Pero para una mente tan voraz como la mía, eran el maná en el desierto, cada personaje nuevo que llegaba a mi vida, se convertía en un amigo, un aliado, alguien con el que pasar un rato divertido y ameno aunque fuese tejiendo seis camisas de velloritas para seis príncipes convertidos en cisnes.

Aquellos primeros amigos, siempre me acompañaron, y ahora, pasados los años, sigo manteniendo la ilusión de tenerlos conmigo.

domingo, 10 de octubre de 2010

Mi mamá me mima

La mayoría de las personas de mi generación comenzamos a leer y a escribir, con las llamadas “cartillas”; Amiguitos y Rubio fueron durante años, parte de nuestro día a día, pues cualquier niño “de parvulitos” tenía que saber leer las frases de corrido, y escribirlas (más o menos lo que se exige ahora en la ESO).
Expresiones como “Mi mamá me mima”, o “yo amo a mi mamá” eran habituales en todas las casas con niños por aquel entonces.
Luego más tarde llego “Cuenta Gotas”; el libro de historias que a muchos nos abrió las puertas de un mundo diferente.
Hace tanto tiempo que apenas recuerdo un par de autores de la selección de las lecturas, Federico García Lorca y José de Espronceda entre otros, pero recuerdo claramente los contenidos:
_La leyenda de una paloma moribunda, que bautiza a una flor espinosa y degradada del jardín con el nombre de “rosa”.
_La historia de un pueblo que necesitaba una campana para la torre de su iglesia, y funden entre todos el material que pueden conseguir, y el protagonista en un arranque de generosidad extrema, se arranca la medalla del cuello y la arroja al material caliente.
_ El poema del lagarto y la lagarta, que lloraban ante la pérdida de su anillo de desposados.
_ La canción del Pirata.
Ahora, pasados los años, me doy cuenta del transfondo social y político que tenían esos relatos, todos ellos claramente dentro de esa educación “nacional-católica” que muchos tuvimos en nuestra infancia. Pero para mí aquel libro de lecturas fue un gran aliado en las tardes frías de aquella época, al lado del hogar, merendando pan con chocolate, con mi hermana gateando a mis pies y mi madre haciendo labores mi voz coreaba … “Una tarde parda y fría de invierno…”.
Al poco tiempo, un mundo nuevo de aventuras se abrió ante mis ojos. Mi padre solía leer novelas de Marcial Lafuente Estefanía, esas novelas que a mi no me dejaban leer por motivos que aún ignoro. Fueron mis amigas durante las tediosas siestas que nos obligaban a tomar después de comer. Yo procuraba esconder alguna de aquellas novelas debajo de la almohada, y haciéndome siempre la dormida me deleitaba todas las tardes con aventuras de rubios y altos cowboys, rebeldes herederas de ranchos inmensos, jueces corruptos y sheriff deshonestos que se tomaban la justicia por su mano.
Recuerdo con especial nostalgia, cuando mi padre se desplazaba hasta Toledo a cambiar las novelas, por un módico precio, y siempre me obsequiaba con algún cuento que fueron llenando de energía como un cuenta gotas inagotable, mi mente y mi imaginación.

viernes, 8 de octubre de 2010

En el Principio




Escribía ,Jorge Luis Borges que siempre imaginaba el Paraíso como algún tipo de biblioteca.
La verdad es que a mi me pasa lo mismo, imaginarme la vida sin libros es algo que no puedo concebir, a pesar de que ahora los hay digitales, y casi todos nos subimos al carro de las nuevas tecnologías, pero los libros siempre tienen algo de especial, algo maravilloso, su tacto, su olor a nuevo, o agrio si son usados, sus erratas, son tan humanos como nosotros mismos, y siempre serán unos buenos amigos y aliados en todos los momentos de nuestra vida.
Elegir un libro favorito, es como tener que elegir entre uno de mis brazos o de mis piernas, o quizá tener que decidir si prefiero escuchar por el oído derecho y ver con el ojo izquierdo o viceversa. En realidad me resultaría no solo imposible la elección, si no bastante compleja también.
A lo largo de mi vida, han sido muchos los personajes que aliándose conmigo, me dejaron vivir sus mismas aventuras y sus acontecimientos más importantes. Desde que tengo memoria, soy adicta a la palabra escrita, con la capacidad innata de poder evadirme de cualquier problema o situación, ante el simple hecho, de abrir un libro y comenzar una ficción.
Me gustaría compartir parte de esos personajes, lo que viví con ellos y en la época que llegaron a mi vida, fueron y son mis amigos, mis aliados, aunque algo extraños u extravagantes, podría agradecerles hasta la eternidad, lo que aportaron a mi vida, convirtiéndose en una parte de mí, que nunca me defraudó. Llenaron mi hastío, con aventuras emocionantes, el desamor con románticos caballeros, la falta de humor con situaciones tan divertidas, que me hicieron soltar carcajadas de placer.
Plasmadas en papel, aquellas palabras que en su conjunto me dieron ánimos para seguir adelante en muchos momentos de mi existencia, solo espero que a través de este pequeño homenaje, sean muchos los que se sorprendan ante la fuente inagotable de amigos que están por descubrir.