lunes, 28 de mayo de 2012

Emily Dickinson




Hace apenas unos días, hice una entrada a propósito de la “poesía rescatada” aquella poesía que se encuentra en el olvido y aquellos autores que no se recuerdan.
Pero hoy por el contrario lo dedico a una poesía que estaba oculta hasta la muerte de su autora,  voy a hablar de Emily Elizabeth Dickinson, nacida en Amherst, Massachusetts, el 10 de diciembre de 1830, fue una poetisa estadounidense, cuya obra apasionada la ha colocado en el reducido grupo de poetas fundacionales de los Estados Unidos, hoy comparte gloria con Edgar Allan Poe, Ralp Waldo Emerson y Walt Whitman. Emily pasó gran parte de su vida recluida en su propia habitación, en la casa paterna en Amherst, y excepto por cinco de sus poemas, tres de ellos publicados sin su firma y otro sin su consentimiento, su inmensa obra permaneció inédita y oculta hasta después de su muerte.
Él era débil y yo era fuerte...
Él era débil y yo era fuerte,
después él dejó que yo le hiciera pasar
y entonces yo era débil y él era fuerte,
y dejé que él me guiara a casa.

No era lejos, la puerta estaba cerca,
tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,
no había ruido, él no dijo nada,
y eso era lo que yo más deseaba saber.

El día irrumpió, tuvimos que separarnos,
ahora ninguno de los dos era más fuerte,
él luchó, yo también luché,
¡pero no lo hicimos a pesar de todo!

Emily, provenía de una destacada familia de Nueva Inglaterra. Sus antepasados habían llegado a EEUU en la primera oleada migratoria puritana, y la estricta religión protestante que profesaban influyó mucho en la obra de la artista.


Fue su hermana menor Lavinia, quien descubrió las obras de su hermana tras la muerte de esta, convirtiéndose en la primera investigadora y editora de su poesía.
Emily, nació en tiempos anteriores a la Guerra de Secesión, cuando fuertes corrientes ideológicas y políticas chocaban en la sociedad de clase media alta estadounidense.
En aquella época incluso los hogares más acomodados carecían de algo tan esencial para nosotros en la actualidad como podría ser, el agua caliente y baños dentro de la casa, las tareas hogareñas representaban una carga enorme para las mujeres de aquella época, aunque por su buena posición económica, la familia Dickinson disponía de una sirvienta irlandesa, Emily  solo se preocupaba por obtener una buena educación, era un caso raro en aquella sociedad rural de su época.
En mi flor me he escondido...

En mi flor me he escondido
para que, si en el pecho me llevases,
sin sospecharlo tú también allí estuviera...
Y sabrán lo demás sólo los ángeles.

En mi flor me he escondido
para que, al deslizarme de tu vaso,
tú, sin saberlo, sientas
casi la soledad que te he dejado.

En mi jardín avanza un pájaro...

En mi jardín avanza un pájaro
sobre una rueda con rayos -
de música persistente

como un molino vagabundo -

jamás se demora
sobre la rosa madura-
prueba sin posarse
elogia al partir,

cuando probó todos los sabores -
su cabriolé mágico
va a remolinear en lontananzas-
entonces me acerco a mi perro,

y los dos nos preguntamos
si nuestra visión fue real-
o si habríamos soñado el jardín
y esas curiosidades-

¡pero él, por ser más lógico,
señala a mis torpes ojos-
las vibrantes flores!
¡Sutil respuesta!


La severa religiosidad puritana se hacía presente en todas partes y prácticamente la única expresión artística aceptada era la música del coro de la iglesia. La iglesia protestante de 1830 consideraba las novelas, “literatura disipada”; los juegos de naipes y la danza no estaban permitidos; no había conciertos de música, ni teatro. La Pascua y la Navidad no se celebraban ( hasta 1864  tras el establecimiento de la primera Iglesia Episcopal que introdujo estas costumbres) y no se toleraban otras reuniones de mujeres solas, que el cotidiano té entre vecinas.
Para Emily, su hermana Lavinia fue su compañera y amiga hasta el fin de su vida. Las pocas confidencias íntimas que se conocen de Emily provienen de Lavinia.
Esta, fue una mujer brillante e inteligente, que sentía una profunda adoración por su hermana  y por su talento para la poesía.
Sin embargo respetó hasta la muerte de su hermana su decisión de mantener ocultas todas sus obras, y protegió su vida privada hasta donde le fue dado hacerlo, creando y manteniendo el ambiente de calma, aislamiento, y soledad que Emily necesitaba para dar forma a su gran producción con las rimas. La fe de Lavinia en la importante de la obra de su hermana la ha protegido para la posteridad, hasta su primera publicación póstuma.

No era la Muerte, pues yo estaba de pie...

No era la Muerte, pues yo estaba de pie
Y todos los muertos están acostados,
No era de noche, pues todas las campanas
Agitaban sus badajos a mediodía.

No había helada, pues en mi piel
Sentí sirocos reptar,
Ni había fuego, pues mis pies de mármol
Podían helar un santuario.

Y, sin embargo, se parecían a todas
Las figuras que yo había visto
Ordenadas para un entierro
Que rememoraba como el mío.

Como si mi vida fuera recortada
Y calzada en un marco
Y no pudiera respirar sin una llave
Y era como si fuera medianoche

Cuando todo lo que late se detiene
Y el espacio mira a su alrededor
La espeluznante helada, primer otoño que llora,
Repele la apaleada tierra.

Pero todo como el caos,
Interminable, insolente,
Sin esperanza, sin mástil
Ni siquiera un informe de la tierra
Para justificar la desesperación.


Ella fue la responsable de hacer comprender al mundo que “La poetisa más memorable de los Estados Unidos, había vivido y muerto en el anonimato.
La vida privada de la escritora, ha permanecido siempre velada al público, pero solo hace falta echar una mirada a sus poemas para descubrir en ellos una conexión, entusiasmo y energía extraordinarios. La mayor parte de su obra se ocupa de su amor hacia un hombre, cuyo nombre jamás es mencionado, con quien no podía casarse.

La sortija
En mi dedo tenía una sortija.
La brisa entre los árboles erraba.
El día estaba azul, cálido y bello.
Y me dormí sobre la yerba fina.
Al despertar miré sobresaltada
mi mano pura entre la tarde clara.
La sortija entre mi dedo ya no estaba.
Cuanto poseo ahora en este mundo
es un recuerdo de color dorado.


A sido y sigue siendo el objeto de habladurías sobre su vida emocional, espera aún con el paso de los años será revelada por los investigadores  y estudiosos de su vida y obra. Aunque en palabras de la propia autora, “Mi vida ha sido demasiado sencilla y austera como para molestar a nadie”.
Las teorías (populares o académicas) pueden dividirse en dos grupos: el amor con un joven a quien el padre de la escritora le prohibió seguir viendo,  o la relación con un pastor protestante casado que huyó a una ciudad distante a fin de no sucumbir a la tentación. Ambas, aún sin poder comprobarse, tienen un pequeño trasfondo de verdad histórica.

En los últimos quince años de su vida, nadie en Amherts volvió a verla, excepto que algún paseante ocasional vislumbrara su figura vestida de blanco paseando por el jardín de los Dickinson en los atardeceres de verano. A veces se escondía en el vano de la escalera de la casa de su padre, entre las sombras, y sorprendía a los asistentes a una cena o una reunión. (No me extrañaría que las numerosas leyendas que hay en EEUU sobre la dama de blanco, tuviesen su origen en la aptitud de Emily).
Pasó los últimos años de su vida sin salir de su habitación, postrada por el mal de Bright la misma nefritis que acabó con Mozart. A principios de 1886 escribió su última carta: “Me llaman”.
Sentí un funeral en mi cerebro...

Sentí un funeral en mi cerebro,
los deudos iban y venían
arrastrándose -arrastrándose -hasta que pareció
que el sentido se quebraba totalmente -

y cuando todos estuvieron sentados,
una liturgia, como un tambor -
comenzó a batir -a batir -hasta que pensé
que mi mente se volvía muda -

y luego los oí levantar el cajón
y crujió a través de mi alma
con los mismos botines de plomo, de nuevo,
el espacio -comenzó a repicar,

como si todos los cielos fueran campanas
y existir, sólo una oreja,
y yo, y el silencio, alguna extraña raza
naufragada, solitaria, aquí -

y luego un vacío en la razón, se quebró,
caí, y caí -
y di con un mundo, en cada zambullida,
y terminé sabiendo -entonces -

Emily Dickinson pasó e la inconsciencia a la muerte el 15 de mayo de 1886.
Como dije antes, poco después de la muerte de la poetisa, su hermana Vinnie  descubrió ocultos en su habitación 40 volúmenes encuadernados a mano, que contenían la parte sustancial de la obra de Emily; más de 800 poemas nunca publicados ni vistos por nadie. El resto de su obra la constituyen las poesías que insertaba en sus cartas, la mayoría  pertenecen a los descendientes de sus destinatarios y no se hallan a disposición del público.

Poema 128

Dame el ocaso en una copa,
enumérame los frascos de la mañana
y dime cuánto hay de rocío,
dime cuán lejos la mañana salta-
dime a qué hora duerme el tejedor
que tejió el espacio azul.

Escríbeme cuántas notas habrá
en el nuevo éxtasis del tordo
entre asombradas ramas-
cuántos caminos recorre la tortuga-
cuántas copas la abeja comparte,
disoluta del rocío.

También, ¿quién puso la base del arco iris,
también, quién guía las esferas dóciles
por juncos de azul flexible?
¿Qué dedos atan las estalactitas-
quién cuenta la plata de la noche
para saber si nadie está en deuda?

¿Quién edificó esta casita albana
y cerró herméticamente las ventanas
que mi espíritu no puede ver?
¿Quién me dejará salir un día de gala
con implementos de vuelo,
fugaz pomposidad?

"Si tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos, sé que eso es poesía". Emily Dickinson.

martes, 22 de mayo de 2012

Alfonsina Storni



Otra gran escritora y poeta nacida en el mes de las flores, fue la malograda Alfonsina Storni, que nació el 29 de de mayo de 1892 contra lo que suponen algunos de sus muchos fans, vino a la luz en  Sala Capriasca Suiza, aunque con nacionalidad Argentina pues su nacimiento solo fue debido a que sus padres se encontraban en el país alpino, por motivos de trabajo.
Sus progenitores, dueños de una cervecería, en San Juan, regresaron a Suiza en 1891. Y en 1896 volvieron a Argentina, junto con la pequeña Alfonsina. Fue en San Juan donde asistió  al Jardín de Infantes y desarrolló la primera parte de su niñez. A principios del siglo XX la familia se mudó a Rosario, donde su madre fundó una escuela domiciliaria, y su padre instaló un café cerca de la estación de ferrocarril Rosario Central. Alfonsina se desempeñó como camarera en el negocio familiar, pero este trabajo no la satisfacía en absoluto, se independizó y consiguió empleo como actriz. 

Se la conoce principalmente por sus poemas, aunque su prosa, feminista, nos indica la lucha de la autora por la igualdad entre el hombre y la mujer. Según los críticos, su originalidad revolucionó la literatura en Latinoamérica.
Se puede dividir su obra en dos fases, una más romántica, que trata el tema del amor desde el punto de vista un tanto erótico y sensual, aunque con cierto resentimiento hacia la figura masculina, y una segunda  en la que deja de lado ese erotismo y nos muestra todo desde un punto de vista más abstracto a la vez que reflexivo. También se reflejan en sus composiciones tardías, la enfermedad que padeció durante gran parte de su vida, (Cáncer de mama) y muestran la espera del punto final de su existencia, expresándolo mediante el dolor y el miedo.
Se suicidó el 25 de octubre de 1938 a los 46 años, versiones un tanto románticas, indican que se internó lentamente en el mar. Aunque la versión oficial, dice, que se arrojó por una escollera del Club Argentino de Mujeres, sea como fuere, el Mar del Plata le arrebató la existencia, dejando un legado de poemas, y palabras, que nos indican la calidad del ser humano que llegó a ser.

Hay unas palabras, que ella escribe, de su infancia, que dicen;
“Estoy en San Juan, tengo cuatro años; me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral  de mi casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabillo del ojo, el efecto que causo en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta.”
Quizás, no sé por qué se me antoja que muchos de nosotros hicimos lo mismo, a lo largo de nuestra infancia, pasando por ser más interesantes, con los primos, o con los hermanos y cogiendo los libros del revés, personalmente me ha pasado, quizás por eso me siento muy identificada con esta autora en particular.
Dicen los que la conocieron en su niñez, que era una chica curiosa y que hacía muchas preguntas, imaginaba mucho y era un poco mentirosilla. Sus progenitores tuvieron serias dificultades para enseñarle a decir la verdad. Se inventaba todo tipo de cosas, incendios, robos, crímenes, quizás estaba forjándose como escritora, y era su manera de empezar, sea como fuese no podemos juzgarla, pues todos hemos mentido de pequeños y nos hemos inventado todo tipo de cosas (algunos lo siguen haciendo de mayores, y encima son los que dirigen nuestras vidas, pero eso es otra historia).

Una infancia dura, con un padre alcohólico y un dinero que no llega a cubrir las necesidades, a los doce años, escribe su primer verso.
“A los doce años escribo mi primer verso. Es de noche; mi familia ausente. Hablo en él de cementerios, de mi muerte. Lo doblo cuidadosamente y lo dejo debajo del velador, para que mi madre lo lea antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso; a la mañana siguiente, tras una contestación mía levantisca, unos coscorrones frenéticos pretenden enseñarme que la vida es dulce. Desde entonces, los bolsillos de mis delantales, los corpiños de mis enaguas, están llenos de papeluchos borroneados que se me van muriendo como migas de pan…”
Sé que he puesto ya que me siento identificada con la autora, recuerdo incauta de mi, mi primer cuento, que le dejé a mi madre con la felicidad de que fuese mi primera lectora, ella, lo leyó, lo rasgó en cien pedazos y me dijo, que lo que tenía que hacer es dejarme de historias y hacer algo de provecho, (coscorrones incluidos,) así que tal vez, seamos un par de almas gemelas, aunque quiero pensar que le pasó a más gente. 

Mientras Alfonsina, que estaba un poco harta de las tareas domésticas, de las costuras y de ayudar en todos los menesteres del hogar, cosa que no le reportaba ni dinero ni alimento para su alma, dictaba clases de recitado y de buenos modales en la escuela de su madre. Una alumna suya, Amalia Medina, la definió como una persona muy fina en su porte, en su bailar y en su mímica. Aunque se la caracteriza como una persona delicada y cariñosa, hay testimonios de algunos días, en los que la melancolía la dejaba encerrada en si misma y cantaba canciones tristes y dolientes. (Pero eso nos pasa a muchas y muchos también).
Tras muchas vicisitudes,  y algunos tropiezos en la vida y en su carrera como escritora, como también como ahora eran épocas de crisis, en las que la poesía no alcanzaba para vivir.
Pero poco a poco se fue haciendo un hueco entre los escritores de renombre, y nos dejó un legado maravilloso para todo tipo de sentimientos.


La Caricia Perdida
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

Frente al mar
Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
«Piedad, piedad para el que más ofenda».

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y la equivoca;
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.


Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
«Piedad, piedad para el que más ofenda».

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y la equivoca;
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.

Monumento conmemorativo a Alfonsina Storni frente al Mar del Plata.

Adios!!!
Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!

Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
¡Las flores tronchadas por el viento impío
se agotan por siempre, por siempre jamás!

¡Los días que fueron, los días perdidos,
los días inertes ya no volverán!
¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!

¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!...
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más! ...
Ultimo poema atrivuido a la autora, recibido poco después de su trágica muerte.


Espero que hayáis disfrutado , un abrazo para tod@s.
“Yo no estoy y estoy siempre en mis versos, viajero, pero puedes hallarme si por el libro avanzas dejando en los umbrales tus fieles y balanzas: requieren mis jardines piedad de jardinero.”

viernes, 18 de mayo de 2012

Poesía Rescatada II


No cabe duda de que los nombres, de los poetas conocidos, de la generación del 27, han relegado a un segundo plano, a un gran número de autores, con obras excelentes, en teatro, novela, o poesía, tanto interior como en el exilio, estoy segura de que hay figuras de enorme trascendencia, que están por recuperar. Figuras estas que publicaban en periódicos, revistas y distinta prensa de la época.
Desde hace tiempo me vienen llamando la atención, estos cultivadores de distintos géneros, que por una causa o por otra, se han visto postergados y olvidados, y que tan  solo subsisten en archivos mohosos de hemerotecas donde reposan en espera de que alguien les rescate.
El pasado marzo, escribí un post, sobre este tema, al que yo he puesto la etiqueta de  “Poesía rescatada.”

Hoy traigo un par de poemas, el primero, escrito por José Morón Vázquez, del cual, lamentablemente no tengo ningún dato, si exceptuamos, que tal vez se refiera a José María Morón, nacido den Puebla de Guzmán, Huelva, en 1897, cuyas inquietudes y temática, pertenece a esa hornada de escritores, de importancia, que conmocionó nuestra lírica en las fechas anteriores y posteriores al conflicto civil de 1936.

Pero lamentablemente no he encontrado más datos, ignorando por completo si dicha persona es la misma o se trata de dos autores diferentes.

Campesinas

En pos del arado,
Á la esteva ferrada sujeto
de los llanos terrosos y ásperos
las abiertas besanas siguiendo,
resignada cual bestia de carga,
camina el labriego
ajustando el andar de las yuntas
dulces cantos de amor soñolientos.
Tras las altas montañas que cercan
los viejucos hogares del pueblo,
aun en él, ven las turbas doradas
de los privilegios,
un trasunto de aquella rudeza
ancestral de sus padres y abuelos;
gajo vil de ignorancia y miseria;
despreciable siervo
que recibe del amo el trabajo
como don benéfico
sin más emociones,
sin otros anhelos
que entregar abundante cosecha
al rico avariento.
que le arroja á los pies un pedazo
del mendrugo que sobra á su perro.
¡Más no, se sen engañan!,
que yo, hijo del pueblo,
bardo fiel que rumiando sus ansias
voy con ellos sus penas sintiendo,
rimando en  mi lira
la canción de los pobres hambrientos,
yo que he aprendido
de su alma escondidos secretos,
y en sus horas de breve reposo
le he visto leyendo,
á furto del amo,
ácratas folletos,
donde forjan las nuevas ideas
los sabios modernos,
sé que vagas ideas de justicia
hoy despiertan su obscuro cerebro
y que ansioso esperando la hora
del desquite tascando va el freno;
ya no besa las manos cual antes,
sufriendo en silencio
el trallazo brutal con que marca
sus espaldas el amo negrero;
él ya sabe que son granos de oro
la semilla que arroja al terreno;
él ya sabe que el hijo del campo
es igual al burgués en derechos.

Por eso mirando
los campos ubérrimos,
los inmensos tablares de espigas
oscilando á los besos del viento,
los bosques de pinos,
los verdes viñedos,
los floridos bardales de zarzas
tras los cuales albean los huertos,
las yuntas de bueyes,
babeando y tranquilos paciendo,
la legión de gallinas seguidas
de un tropel de gentiles polluelos,
y los recentales
escalando las lomas y cerros;

y pensando en los hartos de grasa,
los que habitan palacios soberbios,
los que beben en copas de oro
y reposan en pérsicos lechos,
comparando su mísera choza,
pocilga de puercos,
la inmunda bazofia
que le espera por todo alimento,
su hogar pobre y frío
y sus hijos hambrientos y en cueros,
he visto sus ojos
llamear con fulgores siniestros
y nublarse su frente rugosa
por oculto y tenaz pensamiento,
que traduce al andar mentalmente
con aire profético;
_ ¡ Si esto fuera mío!
_ ¿Por qué no a de serlo?
_ ¿No es un robo inicuo,
un despojo hecho
contrario a las leyes
de las gentes, contrario al derecho?_
y el humilde paria,
el esclavo de todos los tiempos,
el que lleva á través de los siglos
para escarnio y baldón del progreso
en sus hombros, cual mártir cristiano
del trabajo, el pesado madero,
el nunca rebelde
en el último esfuerzo supremo
de su angustia indecible, le he visto
de servil transformado en liberto,
alzarsse iracundo,
vengador, soberano, tremendo
y mientras las lágrimas
van surcando su rostro moreno
en demanda de un sol de justicia
con el puño crispado hacia el cielo
señalar á la tierra exclamando:
_ ¡Dios!, ¿De quién es esto?.

José Morón Vázquez- Revista “ Vida Socialista” 1 de mayo de 1910-


El Siguiente autor es F. Pérez de Vega, que tampoco he encontrado gran cosa sobre él, si no que al menos publicó tres libros,
_ Himnos del pueblo ( poesía) en 1913.
_ La primorosa en 1924.
_ Investigaciones científicas en 1959.


Al Pueblo

Ya, Pueblo humilde, tu clamor escucho
con que al combate desigual me llamas;
y es la lucha temida
de donde acaso surgirá la vida.
Aun en los aires resonar parece
él eco de furiosos estampidos
cuando la sangre en arroyuelos crece;
aun de miedo la madre se estremece;
aun escucho el gemir de los heridos
y junto al muro derrumbado, abierto,
aún contemplo al anciano arrodillado
la frente baja, su mirar incierto.
Allí del esforzado
caudillo miro la cerviz que en sangre
revolcándose está. Y no más lejos,
abrazados dos viejos
lanzan sus gritos de dolor postreros.
Y aquél que entre sus manos
Aprisiona el acero enrojecido
Y yace en tierra por la bala herido
En sus ojos la muerte ha retratado
Tú, Pueblo humilde, al escuchar el trueno
De aquesa tempestad de las pasiones
Que cual tromba rugiente se desata
¿Por qué no avanzas á apoyar tu seno
e la boca cruel de los cañones
Y así le dices?”!Desgraciado mata.”!

¿Pues no ves de tus hijos
la sangre misma descender impune
desde el amargo trono á la cabaña
cuando el clamor de la maldad los une?
Y, acaso, de tus ojos
se a podido borrar la viejecita
que en desconsuelo sus mejillas baña?...
Tiende su mano descarnada y fría
Y cerca del lecho de matices rojos
Contempla de aquel hijo desgraciado
el cuerpo al suspirar en su agonía…
Mira pueblo engañado,
Que quien teme al reptil que le aprisiona
y se arrastra en el lodo…decir puedo
que merece quizás una corona
que así grabada esté.”Vergüenza y miedo”.
Pero no. Que ya miro
cómo alzando tu fe de la inmundicia
de esos mercados á entrar en pelea
llevando por insignia la Justicia.
Y en mi ardiente deseo
¡Oh, Pueblo!, ya te veo
cual un Cristo moderno, en su coraje
vengar el torpe ultraje
del templo al arrojar los mercaderes.
Ellos son que en el lodo te postraron;
míralos bien, maldice sus placeres,
y al par que altivo, de coraje lleno,
rompe la copa que en tus labios pone,
donde te brinda su cruel veneno.
Pobre en mi apoyo, pero en él confía,
yo, en triste canto arrullaré tu pena
mientras que noche y día
te esfuerzas por romper esa cadena
que te roba el valor y la energía.

Los tempranos albores
de un nuevo sol, que brillará glorioso,
calmarán, tu pesar y tus dolores
y ondeará el estandarte victorioso
de los esclavos pechos luchadores.
¿Y quién osado detendrá tu brío?
Loco ha de ser quien en los diques crea
hallar su salvación cuando el torrente
tiene todo el poder de la marea
que avanza hasta las rocas imponente.
Ya el Pueblo es el canto
Que victoria pregona;
rasgose de los ídolos el manto,
rompiose la corona
y al par que el nuevo sol brilla en Oriente
alza ahora al Pueblo su ultrajada frente.

F. Pérez de Vega, Revista “Vida Socialista” 1 de mayo de 1910.

Espero que la disfrutéis como se merece, y que comparada con la realidad actual es simple coincidencia.