Llega
el otoño y aunque es mi estación favorita, estoy algo deprimida, ayer después
de comer en un restaurante chino, la galletita de la suerte dictaminó mi
sentencia, “Cuando tienes un proyecto nuevo, tienes que pagar algo a cambio”, o
algo así por que mi inglés no es demasiado fiel.
Tengo
ese proyecto nuevo, pero ya he pagado el tributo, “puñalada por la espalda”. A
si que cuando me siento así, me voy a pasear, o de compras.
En
ocasiones me gustaría ser como Audrey hepburn y desayunar con diamantes en, tiffany's
pero lo más que puedo hacer parecido es tomar un café en el Starbucks, de
turno, entrar en el híper y agasajarme con un libro, que se cuela entre la
cesta de la compra.
Elegir
un libro en un híper, donde las obras se disponen en “lineales” igual que los
yogures, los quesos y los refrescos de Cola, es ardua tarea de selección. Además
por si no fuese bastante, el plástico
retráctil que lo preserva del manoseo continúo de compradores y paseantes que
vienen de la fruta, o de los congelados, dificulta la tarea en extremo.
Las
posibilidades de acertar en la compra con solo leer el título y la
contraportada, son comparables a una cata de vino, con tan solo ver la botella,
a si que decido, dejarme guiar por los caracteres externos, y especialmente por
el nombre del autor.
Desde
luego cualquier cosa es mejor que preguntar a la empleada de turno que repone
con parsimonia una tanda de libros retractilados, en espera de que se le
cumplan sus ocho horas de curro. “Este
es el que se vende más” suele decir, con el mismo entusiasmo con el que te
ofrecen un pedazo de bizcocho “casero” en la sección de bollería, o te atacan
con un mejunje, en la de perfumería. A si que te quedas con el libro elegido, sabiendo
que esa era toda la información útil, que lograrás conseguir de la dependienta.
De
este modo, es la portada la responsable de ese “amor a primera vista”, o la
pequeña sinopsis de la contraportada, duelos, traiciones, aventuras, amores
imposibles, un flechazo, que sostengo delicadamente, con una cierta excitación
, como anticipándome a el momento de poder gozar de su lectura.
Desde
este momento, el libro pasa a ser un objeto especial en mi carro de la compra,
lo meto con delicadeza en la zona que normalmente destinan a sentar a los bebés,
junto a una baguette recién salida del horno y un par de pastillas de chocolate
con menta. La carne, los yogures, y la comida de Theodora, descansan en el
fondo del carrito.
Llegamos
a la caja, destino dos céntimos de euro a una bolsa para mi nuevo tesoro. Lo
demás lo hacino como puedo en una única bolsa de rafia, que no se como no
explota de lo mucho que siempre la cargo.
Pero
claro, me toca aún esperar un poco para consumar el acto de la lectura, tengo
que llegar a casa y colocar la compra, hacer un millón de cosas más hasta que
llega el momento especial, en mi sillón favorito, con una copa de vino de
Jerez, (adquirido en vacaciones) y el chocolate con menta al lado, comienzo a
intentar retirar el retráctil de mi nuevo amigo.
Con
cierta rudeza, acabo por arrancarlo, usando incluso los dientes en el proceso,
todo por no utilizar unas tijeritas o un abrecartas, cuando lo tengo roto me
acuerdo de las herramientas, pero en fin, superada la impacienta y consumada la
acción del proceso de desenvoltura, abrazo el ejemplar como cuando de niña,
abrazaba los cuentos que los reyes magos me dejaban por que había sido muy
buena.
Deslizo
ávidamente la mirada bajo sus tapas, lo cierto es que pocas experiencias son
tan agradables, elijo enseguida un marca páginas para no manchar con mis dedos,
las hojas nuevas del preciado ejemplar.
Y
comienzo por el principio, no sin antes, leer el último párrafo final, que es
como una costumbre que he tenido siempre, hacer un poco de “trampa” antes de
comenzar, mi mirada recorre cada carácter, cada línea, cada capítulo y mi mente
se funde en la obra, con esa magia que solo nos aporta la lectura a los que la
amamos con pasión.
Lamentablemente,
ese paso hacia la embriaguez (por la lectura no por el vinillo), es con
frecuencia, una proclama de catástrofe, agravada por el sentimiento de estafa reforzada
por el paso por caja ( y ahora con la subida del iva).
Abres
el libro y te encuentras una pésima edición, piensas que no te importa si la
trama te atrapa, pero lo peor viene cuando sigues leyendo y te das cuenta de
que es una historia insípida, y se te cae el alma a los pies, con el ánimo detrás,
todo por el desagüe de la decepción.
Entonces
trato de salvar los muebles, imponiéndome una lectura rutinaria, o fácil que ya
tenga en mi lista “para releer”, es como el que se impone a diario dar diez
vueltas al parque, es preferible pasar página y a otra cosa mariposa.
Existen
demasiadas obras por descubrir y otras muchas que me encanta reencontrar, no
voy a perder el tiempo (que dicen que es precioso) por un libro equivocado.
Mañana
lo dejaré en la caja, que tengo para llevar a la tienda de “segunda mano” donde
descansan algunos otros fiascos, regalados o comprados, y que cuando se va “llenando”
suelo cambiar por otros ejemplares.
Y
es que elegir un libro en un Híper-mercado, es tan arriesgado como una cita a
ciegas. La amiga que te convence, el garito lleno de gente, con poca luz y música
estridente, conversaciones que se reducen a voces, y gritos pidiendo una
coca-cola cero, te seduce el aspecto exterior, los ojos verdes, y la sonrisa
profident, pero al día siguiente cuando quedas a tomar café en una tranquila
terraza, tratas de explorar ilusionada su interior, y descubres, que no tiene,
que está vacío es solo fachada.
Entonces
es cuando me doy cuenta, que últimamente me voy dando de bruces, con demasiadas
fachadas en mi vida, y que empiezo a tener la nariz dolorida… de pronto en un
puesto callejero encuentro un libro con la portada muy fea, ajada, pero que
importa se parece a mi, esconderá en su interior una historia única?????
Buenas noches Jota: Si me habrá sucedido lo que cuentas!, es una decepción tremenda. No sé si te ha pasado pero una o dos veces lo peor que me sucedió, que esté incompleto el libro elegido y te que des sín el final o que te falte uno o dos capítulos en donde está toda centrada la historia. De terrorrr!!!!. Muy tiernas las imágenes que acompañan la entrada. Que tengas una buena semana, besitos =)
ResponderEliminarMenos mal que me comprende alguien, pues es una decepción tremenda, que junto al cúmulo de desilusiones que llevas arrastrando, es como "la gota que colmó el vaso". Gracias por pasarte y por el comentario, un abrazo.
EliminarHola, Jota, te comprendo bien, me ha pasado más de una vez, lamentablemente, y se siente una tan decepcionada, como que estafada y traicionada, todo al mismo tiempo y da una bronca tremenda, pero tal y como dices, un día de estos, anímate a comprar un librito sencillo, que en apariencia no prometa mucho, capaz y te encuentras con una buena sorpresa.
ResponderEliminarMucho ánimo en todo, verás como se vendrán tiempos mejores.
Besos.
Las decepciones son siempre dolorosas, sean con los libros o con la gente. Con las primeras sólo tienes que quemar el libro para quitarte ese mal sabor de boca, pero con las segundas... Seguirán ahí siempre. Lo peor es cuando te apuñalan y encima eres tú la que siente cierta vergüenza por lo que ha pasado. Pero no engaña únicamente la fachada, los interiores también lo hacen. Con los hombres, suelo desconfiar de los guapos. Siempre pienso '¿cómo alguien así va a interesarse por alguien como yo?'. Confío en los que no son tan guapos y, al final, la cosa tampoco acaba bien... Fachada o no, seguiremos cayendo una y otra vez y cuanto antes aprendamos a superarlo rápido, mejor. Así que ¡ánimos!
ResponderEliminarPor cierto, ¿qué es ese proyectillo que tienes entre manos?.
Un besote
Te recuerdo lo q decia hace unos dias amiga....
ResponderEliminarLa HONESTIDAD es un regalo muy caro.
No lo esperes de gente barata....
Ya hablaremos,mientras sigo enganchada en tus blogs...ademas ahora ya si puedo escribir :).
hablamos q yo siempre estoy disponible y si quieres nos vamos¡¡¡¡
A pasear a donde reina el verde.......
No se paga con oro que alguien quiera compartir contigo su tiempo y su sonrisa!(auqn tengo un bollito de chocolate.....mmm)
Una entrada genial, Jota. El problema de las dececpciones es que vienen precedidas de ilusiones y expectativas. Me considero bastante optimista, e ilusa, así que me he llevado unas cuantas toneladas. Es cierto que a veces te desgastan y te cansan más, pero entonces me ilusiono con muuucha prudencia.
ResponderEliminarYo también utilizo el recurso de releer. De hecho ayer mismo lo hice. No podía con lo que estaba leyendo , aunque en mi caso lo terminaré. Es algo que debería plantearme, pero me cuesta mucho no terminar un libro.
Mucho ánimo!!
Besos!
Y qué coraje da cuando esto pasa! Va una con tanta ilusión y ¡zas!... No hay forma de levantar el ánimo. No hay forma de meterse en la lectura...
ResponderEliminarDonde se ponga una buena librería... En los hiper, a lo mucho compro algún libro de la pequeñaja, pero voy a lo seguro, los libros de Tea Stilton, o los de otra colección que esta haciendo... Que con los tickets descuento siempre sale algo más barato. Pero ya en otros libros, prefiero la librería. Y poder cogerlo, abrirlo, cotillearlo...
Besotes!!! Y muchísimos ánimos!!!
Si es como tú ese libro "vivido" s... siiiii estoy segura que merece la pena posar los ojos (también cansados) sobre él... Bss amiga lectora...
ResponderEliminarLas decepciones son tremendas y muy dolorosas. No acabamos de hacer callo ahí, de endurecer el coranzoncito. A veces, ¿sabes?, es aconsejable ponerse un poco el retráctil, como a los libros de los supermercados...
ResponderEliminarBesos,
Hace rato que no compro libros en el mercado, generalmente tienen ofertas tentadoras pero decepcionantes.
ResponderEliminarAdemás que también me deprimen que estén apiladitos como si fuesen un paquete de fideos.
Besos.
Muy buena entrada y tienes razón.
ResponderEliminarcoincido contigo :)
Un beso!