sábado, 6 de julio de 2013

" El secreto" segunda parte del capítulo IV

    Durante la merienda, se mostró ingenioso y cautivador; pero varias veces su mano derecha acarició los documentos que ocultaba en las profundidades de su esplendido “chaquet”.


* * * * *
_ ¿Quién llama Fernando?
_ Voy a ver, señor.
El fiel y leal criado, abrió una de las conventuales ventanas que daban a la estrecha y angosta calle toledana, y después de cerciorarse de quién era, volvió a cerrarla herméticamente.

_ ¿Quién es, Fernando? _ La voz del caballero denotaba impaciencia.
_ Un lacayo de “Las Mimosas”.

Los ojos del conde de Montoro brillaron intensamente.
_ Vendrá en busca de mi sobrino para indicarle la inmediata llegada de su señor.
_ Entonces…
_ Anda, Fernando, corre a abrirle.

El criado obedeció prestamente y, poco después recogía de manos del lacayo una perfumada nota de la condesa.

Blandiendo el sobre en el aire como un trofeo, entró en la habitación donde se hallaban el Conde Francisco, su sobrino Oswaldo y un joven pelirrojo.

Oswaldo la leyó, lanzando después ostentosas carcajadas, al decir:

_ Tenemos ya el ratón en la ratonera.
_ ¿Qué dice la nota de la condesa?
_ Que su señor esposo llega hoy alrededor de las nueve; así que no tenemos tiempo que perder, si queremos llegar a la venta de Pedro Rojas, antes de que su carroza pase por allí. ¿Estáis seguro tío, de la fidelidad de ese hombre?
_ Completamente, Pedro Rojas tiene un alma noble.
_ Además, señor conde, el oro compra cualquier alma.
_ No, Frederick, ; todo lo que el oro pueda comprar no nos ofrecería ninguna garantía. Es mucho lo que nos jugamos para exponernos a una traición. Rojas, es un fiel adicto a Felipe V y no nos traicionará; podemos estar seguros.
_ Oye; ¿Y que dirá la condesa, cuando vea que su invitado no llega presuroso para recibir a su bien amado esposo?
_ No sé como terminaremos hoy la jornada; pero la suerte ya parece estar con nosotros. La condesa me invita a almorzar mañana, ya que su esposo llega muy tarde.
_ Bravo, ya nos dirás mañana cómo cuenta la odisea de hoy el ilustre Hernán de Aranda.
_ Muchachos, estáis tan alegres como si en vez de ir a un lucha, fuerais a ir a una fiesta de la Corte; y os advierto que tanto Hernán como Alberto de Mendiazabal son unos grandes espadachines.
_ No importa tío; Frederick y yo tampoco lo hacemos mal; además tenemos la ventaja de nuestra juventud.
_ Pero ellos se defenderán con briosa locura.
_ No, no podrán pensar siquiera nuestra intención. La sorpresa les paralizará.
_ No creáis tal cosa. Son muy astutos, y la prueba la tenéis en mí. Pago sus culpas y, sin embargo, nadie sospechó de ellos, pero ahora… ahora…
_ Mucha calma, tío, y ninguna imprudencia hasta que nosotros lleguemos mañana.
_ Si llegamos, primo.
_ Calla,  Frederick, no seas pájaro de mal agüero. Llegaremos; nos va mucho en ello.
_ ¿No Podría ir yo también, mis señores?
_ No, Fernando. Tú haces más falta aquí, junto a mi tío.
_ Pueden necesitarme.
_ También correríamos el riesgo de que te reconocieran. Además sería luchar con ventaja, y a eso no está acostumbrada mi espada.
_ Venga, primo, no podemos perder el tiempo.
_ ¿Sería la Divina Providencia o sería Satanás, quien te trajo a estas tierras, Frederick?
_ Lo sabré, si mi espíritu baja hoy a las profundidades del reino de ese personaje.
_ ¿Hiciste méritos para ir a sus dominios?
_ Vivo en el mundo y no soy un santo.
_ Que no eres un santo lo demuestra bien claramente el qué estés aquí en España. Tu amistad con Linette te hace recorrer los más diversos lugares del planeta.
_ Creo que la voy a regalar un collar de esmeraldas que vio en la casa de un joyero madrileño. Si no hubiese sido por ella, yo no estaría aquí ahora. ¡Ah! Y tú tendrás que contribuir con tu donación a la compra de tan magnifico regalo.
 _ La causa bien lo merece_ afirmó Oswaldo, ante el gesto de Frederick_. ¡Y tu bellísima Linette, también!
_ ¿Qué tal marcha tu fortuna, Frederick?
_ Un poco menguadita, señor conde; pero quizá no le haga falta a mi corta vida mucho capital, ni mis progenitores tengan que darse prisa en buscarme una rica heredera. Son las tres de la tarde y a las siete puedo estar ya en el infierno.
_ Pesimista estás, chico. Tus bromitas empiezan a enfriar mi entusiasmo_ rió divertido; su risa feliz desmentía sus palabras, lo mismo que el brillo de sus ojos burlones.
_ Dichosa juventud que todo lo toma a broma.
_  ¿Está todo listo Fernando?
_ Creo que sí.
_ Vamos a verlo.
Se despidieron del conde, que los vio marchar emocionado. Pero tenía confianza y estaba bien seguro de que no cometerían locuras ni derramarían sangre innecesariamente, ya que a los dos les sobraba destreza y valentía para triunfar sin matar.
    Mientras Fernando y él pasaban la tarde hablando de los valientes muchachos, ellos llegaban a la venta del “Alma”.
    Ninguno de ellos denotaba el más pequeño temor cuando Pedro Rojas les condujo hasta una pequeña bodega, bajando por una trampilla que disimulaba una cuba de vino.

_ ¿Tienen los señores elegido ya el sitio?
_ Si.
_ ¿Puedo preguntar donde?
_ A unos kilómetros de aquí. El lugar es magnífico para una emboscada.
_ Todo sea por nuestro Rey.
_ Con franqueza, Pedro, creo que lo hago más por mi tío, que por vuestro Rey.
_ Pues tenía el señor que tener presente que nuestra serenísima y graciosa Majestad Felipe V es de origen francés, ya que es biznieto del Rey Luis XIV de Francia.
_ Ya lo sé, buen hombre, pero mi tío es de mi propia sangre.
_ Pero Felipe de Anjou…
_ Es el Rey, de acuerdo.

Oswaldo sonrió y, tanto su varonil y atractiva sonrisa como su gallarda figura, conquistaron al ventero.
Los dos jóvenes se despojaron de sus ropas y pusieron las vestimentas que Pedro les buscara.
    Cuando se miraron en un borroso espejo de grandes dimensiones, los dos a una lanzaron divertidas carcajadas.
_ Parece como si nos dirigiésemos a un baile de disfraces.
_ A un baile vamos, Frederick; y música también habrá. El alegre entrechocar de las espadas acompañará nuestros pases de avances y retrocesos.
    La luna del espejo reflejaba dos simpáticas figuras; vestían nuestros jóvenes calzón corto de terciopelo verde musgo y altas polainas negras. Blusa de brillante raso color blanco y manga larga muy fruncida, el cuello camisero dejaba el pecho al descubierto, y caía sobre una casaca roja bordada en tonos oscuros. El cabello lo ocultaron por completo bajo un gran sombrero del mismo tono del calzón, con grandes plumas negras.
     Los dos a una cogieron en su mano derecha los vistosos sombreros, mientras inclinando exageradamente la cintura, hicieron una dramatizada y versallesca reverencia a las figuras que se reflejaban en el gastado cristal.
_ Bien, el disfraz está completo; ahora marchemos en busca de la música.
_ Antes quítate esos anillos y déjalos aquí, con estos míos. Podrían constituir una prueba delatadora, en caso de que fracasemos y tengamos que huir.
_ ¿Fracasar?
_ Nunca se sabe las sorpresas que puede haber en una lucha.
_ Dices bien. ¿Vamos?
_ Vamos.

Dieron con los nudillos en la puerta falsa y el ventero, que estaba esperando la llamada, corrió la cuba dejando franca la salida.
_ Por aquí, caballeros, van a salir por donde tendrán que entrar cuando regresen. Así conocerán el camino, en caso de que alguno venga herido.
    Los condujo a través del primer piso, hasta un pajar; allí descolgó una escala de cuerdas, que descendió hasta la tierra y les dijo:
_ Si os halláis en condiciones de subir por ella hacedlo a toda prisa, caballeros; pero si así no fuera imitad el canto de la alondra por tres veces y aguardad mi llegada.
_ Eso es para ti, primo; yo sólo sabría imitar a las ranas.
_ Ahora, Pedro, ya puedes desearnos suerte.
_ La tendréis, estoy seguro.
_ Si así no fuera y no volviéramos ninguno de nosotros, en la bodega encontrarás una bolsa repleta de oro; es tuya.
_ Yo…no…
Pero sin oír ya las exclamaciones de Pedro, bajaron por la escalera y montaron sobre los caballos, que relinchaban alegres al sentirles sobre sus lomos.
Frederick, antes de desaparecer entre los oscuros árboles, levantó la mano en señal de despedida y sonrió malicioso al gritarle a Pedro:
_ ¡Has de comprar una nueva escalera, cualquier aventura galante puede terminar en tragedia, si el galán tiene que escapar por ella! Está ya muy vieja.


* * * * *

3 comentarios:

  1. Vaya con este grupo, urden tramas muy inteligentes y lo pasan bien en el proceso, eso es digno de admirar ;) Ahora solo falta saber qué tal les irá en la aventura.

    Feliz de leerte, como siempre.

    Besos y muy feliz fin de semana.

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  2. Una nueva aventura que emprender.
    Una trama inteligente y complicada, porque me tenés haciendo conjeturas todo el tiempo.
    Besos

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  3. Pero qué bien lo pasan! Pero me dejas temerosa de lo que va a pasar...
    Besotes!!

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