sábado, 27 de julio de 2013

El Secreto....Capítulo V

    Hernán y Alberto, derrotados, vieron cómo los dos jóvenes se apoderaban de las armas, y se alejaron de allí poniendo los caballos al galope.
    El sol se había ocultado por completo, dejando paso a una noche serena y apacible.

 V
    
Dos días después…

_ ¡No sabéis cuánto siento volver a ponerme este traje! Esta careta de polvos parece que me quita la respiración.
_ Pues es necesario que la cargues bien; si te reconocieran sería fatal.
_ No temáis. ¡Quién va a creer que el temeroso e insípido conde Oswaldo de Livov sea el espadachín que regó con su sangre el camino de entrada a Toledo.
_ Una imprudencia podía echarlo todo a rodar, hijo mío. Quizá lo más acertado sería que no fueras. Tu brazo puede delatarte.
_ Es preciso que vaya, si queremos averiguar el nombre de la personas que les proporciona las armas y con que fin.
_ El fin, puedes suponerlo, derrocar al Rey.
_ Y en caso de que fracasen, tenerlo todo preparado para que las sospechas recaigan sobre un inocente.
_ Nunca se me olvidará la cara que pusiste en el mesón cuando viste que el armamento venía a tu nombre.
_ Son astutos como zorros. ¿Quién iba a pensar en semejante eventualidad? ¡Ponerme a mí de caballo blanco! Y lo malo es que ello nos hace continuar la lucha.
_ ¿No sería mejor que, en lugar de ir a “Las Mimosas”, marchaseis a Madrid y pusierais las cosas en claro?
_ Comprendo, tío que tengáis prisa en que vuestra inocencia brille con el esplendor del sol; pero me gustaría…
_ Sé lo que te gustaría_ le atajó el conde_. Te gusta la aventura y sientes dejar en manos de la justicia la terminación de tu obra.
_ No es eso, exactamente…
Con gesto pícaro y burlón, el pelirrojo francés tomó un gran frasco de perfume y se lo tendió a su primo.
_ Sé que ningún razonamiento te hará desistir de tus planes; lo mismo que tampoco desistiría yo. Perfúmate, pues, y vete. Mucho cuidado muchacho…
_ Lo tendré Tío
Abandono la gran casa cuando llegó la noche y, en un “Victoria” descubierto, se encaminó al palacio de los condes de Alamar.
Honda extrañeza se plasmó en el empolvado rostro al ver la larga hilera de coches que se apostaba a todo lo largo de la alta tapia.
    La gran verja de hierro estaba abierta y él, dudo si hacer como los demás o seguir hasta la misma escalinata de mármol, como otras veces.
_ ¿Qué hago, señor?
_ Sigue hasta dentro, Nando, me gusta ser original en todo.
    Un lacayo con uniforme de fiesta corrió a detener la marcha del “Victoria”, pero Fernando no se detuvo hasta la misma entrada.
    Descendió ayudado por otro lacayo y el mayordomo le anunció con voz pomposa y enflautada.
_ ¡El señor conde de Montoro, Don Oswaldo de Livov!
  
 La condesa y su esposo corrieron hacia el ,con eufórica alegría.

_ Bienvenido muchacho_ y como si quisiera que los demás invitados vieran la amistad que les unía, le dio unas suaves palmaditas en la espalda al añadir: _ Os esperábamos ayer, Oswaldo.
_ Conde, nos teníais impaciente con la tardanza. La fiesta habría carecido de esplendor sin vuestra presencia.
_ Muy amables, querida señora.
_ Acercaos y os presentaré a mis invitados.
_ Ignoraba que dabais una fiesta. Vine en la creencia de que estaríamos en familia y a presentar mis excusas por mi descortesía de ayer.
_ Os lo ocultamos, temerosos de que no vendríais a causa de vuestro delicado corazón.
_ Habría venido lo mismo, condesa. ¿Qué tal, vuestro viaje a la Corte, conde?! Qué pregunta más tonta! ¿Verdad? Me alegré mucho cuando Nando me dijo que regresó sin novedad. Lamenté considerablemente no poder aprovechar vuestra amable invitación para el almuerzo condesa.
_ Ya. Imaginamos en seguida que vuestro corazón no marchaba bien.
La burla que leyó en los ojos del conde desconcertó a Oswaldo, que no supo a que atribuirla.
    Le presentaron a mucha gente, que el procuraba estudiar con toda atención, mientras sonreía al prodigar cumplidos a lindas señoritas.
    Unos ojos negros, en una preciosa cara de muñeca, le hicieron odiar con intensidad la careta de polvos, la blanca peluca de rizos, el intenso perfume que Frederick vertiera sobre su entallado “chaquet”…todo, todo lo odiaba en aquel momento.
_ ¡Maldita sea mi suerte! Lo que yo daría ahora por poder mirarme en esos ojos de princesa árabe…
_ Perdonad, conde, seguramente iba distraída y no os presté la debida atención. ¿Decíais?
    Oswaldo la miró extrañado. Por lo visto había hablado sin darse cuenta que la condesa de Alamar iba a su lado.
   Se colocó el monóculo y exclamó indiferente;
_ Nada de importancia Ana María, os preguntaba cual era el motivo de la fiesta.
_ Luego lo sabréis. Es una sorpresa_ le miró disimuladamente al proseguir_ aunque no sé si será muy agradable…
Podéis estar segura, de que nada que venga de mis queridos amigos será desagradable para mí.
_ No sé, no sé…

   Al joven le pareció que los ojos de la frágil y bella dama reflejaban tristeza, pero nada indagó sobre ello. Se limitó a encogerse de hombros y esperó la sorpresa, disimulando la impaciencia que sentía.
_No he visto a vuestra encantadora hija, condesa.
_ Luana debe andar por el jardín.
_ ¿Sola?
La dama suspiró y  movió su rubia cabellera, hablando mas para si misma que para el joven interlocutor.
_ No creo que esté sola, puesto que Alberto tampoco está en el salón. Pero no pueden tardar, ya que los músicos están dispuestos para dar comienzo el “minué”. Ya veréis conde, después de la cena, tocarán unos bailes que son famosos en toda Europa.
    Todo el gesto cansado y triste había desaparecido del rostro de la dama y sus ojos brillaban ilusionados.
_ El “minué” es mi pasión, querida señora.
_ Entonces daos prisa en buscar pareja, Oswaldo.
El joven se inclinó reverente y fue en busca de la muchachita de ojos negros.
   La encontró entre un grupo de señoras que le acogieron con simpatía. Se inclinó ante ella diciendo con rendida galantería.

_ Sería muy feliz si en lo sucesivo pudiera recordaros como mi pareja de esta noche.
Cuando se incorporó, los ojos sonreían ilusionados.
_ Es un honor que acepto caballero.
    Tanto las señoras como las chicas jóvenes denotaban en sus rostros la ilusión por la danza que iba a dar comienzo.
    En aquel momento Luana y Alberto entraba en el salón y la orquesta atacaba el preludio del “minué”.
    Ellos abrieron el baile y pronto el iluminado salón se pobló de damas y galanes que, al ritmo de la música suave y romántica, trazaban las diversas y elegantes figuras.
    Los vestidos de diáfanos vuelos, y el calzón ajustado, se unían y desunían en la danza como graciosas y versátiles mariposas…
    Oswaldo, a su pesar, admiró la belleza altiva y serena de Luana.
    Las veces que la joven condesa puso su mano entre la suya le pareció que temblaba, pero al mirar sus verdes ojos, los encontró claros y serenos.
    _ Luana… baila maravillosamente.
_ Tampoco vos lo hacéis mal.
_ Os he llamado Luana, ¿Qué os parece?
_ Muy bien conde.
     La danza les separó y le llevó a él de nuevo hacía la chiquilla de los ojos negros. Al coger su enguantada mano se la presionó levemente.
_ Sois muy bonita, mucho…como un sueño…
_ Por favor conde.
_Tanto que, por admiraros, no presté atención a vuestro nombre.
_ ¿Y os interesa…mi nombre?
_ Me interesan vuestros ojos, vuestro nombre, toda vuestra persona…
   
 La jovencita enrojeció visiblemente, turbada ante tales lisonjas.
    Oswaldo volvió a insistir.
_ ¿Me decís vuestro nombre bella damita?
    El paso de la danza les separaba ya, cuando ella dijo;

_Mari Luz Cañizares

El, disimuladamente, amparado en las figuras del baile, llevó la mano hasta sus labios y envió un beso a la linda figurita que ya trenzaba, ruborosa, nuevos pasos con otro caballero.
    El “minué” se terminó entre efusivos aplausos y todos, seguidamente, pasaron al comedor.
    Oswaldo maldijo su suerte, ya que le situaron entre la duquesa de Cañizares, madre de Mari Luz y otra marquesa también entrada en años, a las que atendió de mala gana.
     La cena transcurrió amena y agradable, pero el joven respiró satisfecho cuando finalizó.
    Antes de que los comensales abandonaran el comedor, el conde Hernán se puso en pie e hizo una señal para ser escuchado.
_ Señoras, caballeros. Esta pequeña fiesta fue dada con motivo del XIII aniversario de nuestra boda, pero tiene también otra finalidad._ Esperó ver todos los ojos coincidiendo en él, antes de seguir-: Ha sido pedida la mano de nuestra hija por don Alberto de Mendiazábal , marqués de Tornellá, y nos sentimos muy complacidos, tanto Luana como nosotros, del honor que nos hizo fijándose  en ella para continuar la raza y la estirpe de tan distinguida casa. Por lo tanto, y ya que el marqués tiene su puesto en la Corte, la boda se celebrará muy en breve.
    Grandes aplausos cerraron la noticia que ya muchos esperaban. Oswaldo miró a Luana que impasible recibía los parabienes y enhorabuenas con la misma altivez que una reina antes sus súbditos.
    El también se acerco a ella, pero, en vez de felicitarla como hacían los demás, se inclinó ante ella y le dijo:
_ Me haríais feliz concediéndome el segundo baile.
_ ¿Por qué el segundo?
_ El primero es de ritual que lo bailéis con vuestro prometido.
_ contad con el segundo conde.
_ Habíamos quedado en me llamaríais Oswaldo.
Luana esbozó una sonrisa al decir:
 _ Os espero, Oswaldo, en los primeros preludios del segundo baile.
    Luana fue acaparada por las otras muchachas que deseosas de saber, la preguntaban.
_ ¿Cómo irás vestida?
_ Quién será tu madrina?
_ ¿Llevaras corte de honor?
_ ¿En quienes recaerá tu elección?
_ Por favor, amiguitas, ¿No os parecen muchas preguntas para contestarlas ahora?
_ Tiene razón, chicas; ya lo iremos sabiendo todo a su debido tiempo.
_ Yo me consuelo pensando que no falta mucho…
_Si; el conde dijo que muy en breve.
_A, ¡Que suerte, irte a vivir a Madrid!

Luana sonrió con amargura, pensando que aún había quien envidiaba su suerte.
Alberto, mientras, recibía los parabienes con sonrisa feliz, ya que aquel enlace colmaba sus aspiraciones ¿Que la novia no le amaba? El la deseaba y eso era suficiente. Haría en la Corte una bonita marquesa y el título cobraría esplendor con su seductora belleza…
    La orquesta atacó los primeros compases de una alegre “giga” y él se encaminó en busca de la que era ya su prometida. Sin una pregunta, la enlazó por la cintura y se deslizaron por el brillante salón.
    Las demás parejas siguieron su ejemplo y pronto el recinto ofreció el aspecto de un enjambre de aladas y encantadoras mariposas.
    Al segundo baile, Oswaldo fue en busca de su pareja,
_ Llegó mi turno, condesa. Ya veis que no os llamo ningún diminutivo, ni siquiera Ana.
_ Y yo os agradezco que así sea.
_ Espero que al bailar conmigo, vuestro gesto sea algo más alegre y cordial que el que lucisteis en el primer baile_ prosiguió el conde.
    Luana sonrió con amargura y se dejó enlazar por el hombre, cuyo perfume apagaba el suyo.
    El joven, olvidando su papel, bailaba con toda su destreza y, a medida que la pieza avanzaba, apretaba más el cerco de su brazo en torno a la juvenil cintura…
_ Esta noche estáis encantadora.
_ Lo menos importante para mi, es mi belleza esta noche.
_ ¡Que desatino! En cualquier ocasión de la vida, una mujer tiene que preocuparse de su belleza, ya que en ella tiene un arma poderosa.
_Un arma poderosa…
_ ¿Dije algo inconveniente?
_No.
_ Esta noche, vuestra belleza podría conquistar un trono, si os lo proponéis.
    La apretó más contra sí, y sus ojos, libres del disimulo de otras veces, reflejaron la admiración que la joven despertaba en el.
    Luana le miró extrañada.
_ Podía decirse que Toledo os ha cambiado conde… Y yo diría que esa voz…
    No terminó lo que quería decir. Su pensamiento había seguido otros senderos.
    Oswaldo, se dio cuenta de lo que se jugaba si se dejaba llevar por sus impulsos, volvió a su papel de conde francés, amanerado y cursi.
_ En nada he cambiado, Luan… Perdón, Luana, es sencillamente, que el baile ahuyenta de mí todo pensamiento triste. Olvido que mamá murió del corazón y papá… Bueno, no quiero entristecerme, ya que ello podría perjudicar mi salud.
    Se inició otra pieza de baile, pero esta vez bailó con Mari Luz, no volvió a bailar con Luana en toda la noche.


* * * * *

3 comentarios:

  1. Qué capítulo, Jota, lo he sentido con muchas emociones de por medio. Al buen Don Oswaldo le diría que actúe pronto en lo que a Luana se refiere porque podría arrepentirse, y a ella, bueno, pobre de ella, qué difícil situación... Estaré a la espera de lo que viene.

    Besos, que tengas un buen fin de semana.

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  2. Lleva razón Aglaia. Oswaldo tiene que hacer algo prontito, que si no, demasiadas dificultades se va a encontrar por el camino. Y también debería ser más cuidadoso, que si no, su vida va a correr un serio peligro.
    Besotes!!!

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  3. Hola guapa! ¿Cómo estás? Que llevo un tiempo echándote de menos. Que en verano te hacía de vacaciones. Pero ya estos días esperaba volver a verte por aquí y esperando me he quedado. ¿Todo bien? Espero que sí, y que sea simple pereza o cansancio lo que te tiene apartada de aquí.
    Muchos besotes guapa!

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