Oswaldo pensaba que la suerte no parecía ayudarle
en su arriesgada empresa, ya que era de todo punto preciso que él entrara en
aquellos profundos sótanos del palacio.
De pronto se le ocurrió una idea temeraria…
* * * *
Luana se echó sobre sus desnudos hombros un
echarpe de gasa y encaje, saliendo a la nívea terraza de inmaculado mármol. La
noche era calurosa, como suelen ser las noches de los veranos toledanos, y los
altos árboles del jardín, ni siquiera movían una sola de sus verdes hojas;
La bella joven miró
al cielo tachonado de estrellas, y retuvo allí su mirada, complacida ante el
maravilloso espectáculo.
De pronto, y como solía hacerlo muchas
noches, se envolvió en el echarpe y descendió la blanca escalinata hasta el
jardín. Vagó por sus avenidas como una sombra blanca y etérea, complaciéndose
en soñar locuras imposibles…
Tras caminar un largo rato, se sentó bajo
un nutrido grupo de blancos sauces y aspiró con fuerza los perfumados efluvios que
la noche traía consigo. Estaba descontenta de sí misma y sus bellos ojos
pregonaban el desconcierto que reinaba en ella. Hacía tres días que no veía al
conde Oswaldo y cuatro que se paseaba por la orilla del Tajo, sin ver tampoco
al desconocido que aceleró los latidos de su joven corazón.
De repente, un melódico silbido, llenó de
dulces ecos el silencio de la noche…
Luana creyó que soñaba, pero comprendió,
por la aceleración de sus latidos, que estaba bien despierta, y que el
desconocido, con nombre distinguido y pinta de plebeyo, se hallaba en el jardín,
a pocos pasos de ella.
La noche dibujó la
atractiva figura de Luis Martín González, con su negra capa cayendo a sus espaldas y
el acero de su espada brillando a lo largo de su cuerpo…
Luana, no sabía que
decir, miraba al aparecido y pensaba que tenía que proceder con cautela, si no
quería perder la cabeza por aquel hombre con aires de gran señor y rostro de
granuja.
Cuando por fin se decidió a hablar, su voz sonó altiva y enfadada.
_ Es casi
comprensible que un hombre osado, como vos sois, aborde en plena carretera el
carruaje de una dama; pero que salte las altas tapias de su casa, ocultándose
en las sombras, ya no me parece ni siquiera razonable_ miró el rostro moreno
que sonreía y siguió, mordaz: _ ¿Qué esgrimiréis en vuestro favor si alguno de
mis lacayos llega a descubrir vuestra presencia?
El joven mostró su
mejor sonrisa a la par que replicaba;
_ Diría que me
robaron el corazón y que había venido a recuperarlo. Si son hombres sabrán
comprender. Porque un corazón se pierde sin luchar; nada valen las espadas, ni
las razones del calculador cuando éste_ puso la mano sobre el corazón_ se empeña
en hacer locuras.
_ ¿Luego, confesáis
que esta incursión nocturna es una locura?
_ Una locura es
soñar, vivir y amar; todo lo más bello que la vida encierra viene envuelto en
un hálito de apasionante locura…
_Idos, idos pronto,
antes de que también yo me contagie de ese…hálito, de locuras que presiento en
vuestra persona.
_ No me iré aún,
condesa; necesito antes mirarme en las verdes aguas de esos ojos que cautivan._
El desconocido hizo ademán de acercarse a ella.
_No osareis
acercaros más; debéis comprender que una condesa no es una moza de mesón.
_Si fueseis esa moza
que aludís, yo me sentaría en ese rústico banco y rodearía con mis brazos el más
hermoso y atractivo cuerpo de mujer que he visto jamás.
Luana temió por un momento que lo hiciese,
aun sabiendo que era Condesa de Alamar.
Pero Luis Martín contuvo el deseo, que
brillaba en sus intensos ojos negros, y se sentó en el banco, algo alejado de
ella.
_ No temáis, no beso
a una mujer más que cuando sé que ella lo desea. Y vos, condesa, estáis demasiado asustada para
saber lo que deseáis.
Luana sintió que se sofocaba de indignación
al escucharle.
_ Es inaudita
vuestra presunción y desfachatez.
_ No lo creáis, Sólo
que conozco el alma de las mujeres, por eso apostaría doble contra sencillo,
que, en la virginal intimidad de vuestra alcoba, pensareis sin duda, que os gustaría haber sido besada
con pasión…
_ Seguid hablando a
las estrellas señor… González.
Ellas también tienen
un alma femenina; quizás les agrade más que a mí el escuchar vuestra engreída
charla.
Se levantó con aire decidido. En su ánimo,
estaba el alejarse apresuradamente del peligro que representaba aquel joven
para su corazón ahíto de sueños. Mas las palabras que el hombre pronunció la
dejaron clavada en el sitio.
_ Nunca debí
mezclaros en mi vida, sois demasiado hermosa…
Luana clavó sus verdes ojos en los del
joven. Comprendía que él había hablado más para sí que para ella, y fue eso lo
que más le intrigó.
_Mi vida, caballero
o mercenario espadachín, no podrá ir nunca mezclada a la de un hombre como vos.
La condesa de Alamar
no puede mezclar en su vida un hombre que se oculta entre las sombras, que
asalta carruajes y asusta doncellas.
_ Sé que no puedo
amaros, ni podéis amarme vos. ¿El Porqué? Mi plebeya condición, mi vida
errante; lo que sea. El caso es que vos no debisteis salir al jardín ni yo
detener mis pasos, hechizado ante vuestra encantadora silueta.
_ No os comprendo…
_ Pobre de mí, si
vuestro cerebro fuera tan preclaro que pudiese comprenderme. No, no lo permita
mi mala estrella.
_ Me intrigáis.
_ Estupendo, Estoy
seguro de que esta noche lo último que vuestros tentadores labios pronunciarán será
mi nombre.
_ modesto no sois…
_ Todo me favorece,
si quisiera enamoraros, la plácida y perfumada noche, ese cielo rutilante, la
brillante luz de las estrellas…_ cruzó una pierna sobre la otra en postura cómoda
e indolente y volvió a silbar la tonadilla que antes estremeciese a la joven
condesa.
Cuando la última
nota se perdió en el silencio de la noche, Luis Martín miró a la joven con
intensidad al decir: _ ¿Veis? Ni moza de mesón ni damas de alta cuna pueden
quedar impasibles ante la melodía de mis labios, máxime si es con luna llena
cuando la escuchan, y además consigo intrigarlas.
_ Olvidáis algo…
_ Decid, bella dama.
_ Vuestra osadía, la
gran simpatía que inspiráis y que yo no os niego, esa simpatía que tiene todo
vividor, todo espadachín a sueldo, todo mercenario…
El rió fuerte, con carcajadas, que se
perdieron a lo lejos.
_ Estáis preciosa cuando os enfadáis. Mi mala
estrella os puso en mi camino y presiento que no tendré tranquilidad hasta que,
con mis labios, os aplaste ese mohín indolente y altivo que provoca a mi corazón.
_ Vuestro corazón debe ser tan...
_ Podéis seguir…las palabras de una dama no me
ofenden, máxime si es tan hechicera como vos.
_ ¿Ni aunque os
llame despreciable?
_ Ni aun entonces. Sé
que cuando un potro presiente que va a ceder a la destreza del domador intenta
por todos los medios defenderse. Pues bien, la mujer es igual.
_ ¿Os atrevéis a
decir que yo…?
_Tenéis el mismo
encanto para mí que un potrillo salvaje para un experto domador.
_ Presiento que os odiaré con toda mi alma.
_ Llegareis a
odiarme, pero no será hoy. Me odiareis cuando selle esos labios de tentación,
condesa… y los besaré, os juro que los besaré.
Luana, incapaz de resistir el furor que la
acometía, recogió con ambas manos los amplios vuelos de su falda y corrió hacia
la casa por el camino más corto.
Los estefanotes, los
tamarindos y las rosas parecían repercutir la risa burlona que acompañó la
marcha de la muchacha. Y cuando el reloj de la catedral dio las dos de la
madrugada, Luana no tuvo más remedio que confesarse que… tal como el apuesto joven
había predicho, sus últimos pensamientos antes de dormir, serían para él…
Hay que reconocer que Luis Martín González tiene una labia estupenda... Aunque me parece haber detectado cierto aire de arrepentimiento, ¿será que se ha dado cuenta que está jugando con fuego y que podría lastimar a quien no lo merece por conseguir lo que busca? Seguro que tú nos lo contarás ;)
ResponderEliminarMe ha gustado mucho esta parte, adoro la interacción de este par.
Besos.
¡Qué difíciles y complejas son las relaciones personales...!
ResponderEliminarPero qué bien habla este Luis! Quién no va a caer rendido a sus pies? Muy bien funciona esta pareja, que grandes diálogos nos está dejando.
ResponderEliminarBesotes!!!
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Increíble lo que estás escribiendo...
ResponderEliminarte felicito Jota
y te envío un fuerte abrazo
muy achuchao'
bss
Al fin encuentro un momento de paz, para disfrutar tu relato. La verdad que este Luis tiene una labia, que es difícil resistirlo. Ahora me voy a leer como sigue..
ResponderEliminarEl típico "versero" que hace que caigamos todas.
ResponderEliminarSeguro que sueña con él.
Besos