70 aniversario de la muerte del poeta Miguel Hernández, un hombre cuyo único delito fue usar su pluma a favor de lo que el que pensaba que era lo correcto, y que la desbandada general de sus mal llamados “amigos” le dejó prisionero haciendo como el decía medio en broma, “ turismo por las cárceles de España”.
Miguel nació en Orihuela, un pueblo del Levante español, rodeado de la verde huerta del Segura, hijo de un contratante de ganado, transcurrió su niñez y adolescencia en medio de la naturaleza, entre cabras, contemplando la luna y las estrellas, la lluvia, las propiedades de las hierbas… Por las tardes ordeña las cabras y reparte la leche por el vecindario, apenas le deja tiempo para asistir al colegio.
Acude a la escuela del Ave María, anexa al Colegio de Santo Domingo, donde estudia gramática, aritmética, geografía y religión, destacando su extraordinario talento. En 1925 cuando apenas acaba de cumplir los quince años, tiene que abandonar los estudios, para volver a conducir cabras en las cercanías de Orihuela. Pero el sin embargo embellece esa vida con la lectura, Gabriel y Galán, Miró, Zorrilla, Rubén Darío, le abren un mundo hacia la poesía. Y así comienza a escribir sencillos versos a la sombra de un árbol. El joven pastor va llevando a cabo un maravilloso esfuerzo de autoeducación con libros que consigue en la biblioteca del Círculo de Bellas Artes. Poco a poco irá leyendo a los grandes autores del Siglo de Oro, Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Góngora y Garcilaso, junto a autores contemporáneos como Juan Ramón Jiménez, y Antonio Machado.
En 1930 Miguel, comienza a publicar poemas en el semanario El Pueblo de Orihuela y en el diario El Día de Alicante. Su nombre comienza a sonar en revistas y diarios del levante.
En 1934 tiene un empleo en Madrid, para recoger datos y redactar historias de toreros, a la vez, que sigue con su obra de poemas, lentamente va creándose un círculo de amigos, Altolaguirre, Alberti, Cernuda, Delia del Carril, María Zambrano, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda.
Son Neruda y Alberti, los que le inician en el surrealismo y le sugieren las formas poéticas revolucionarias y la poesía comprometida, influyendo en la ideología Social y Política. Es entonces cuando Miguel Hernández, es ya un poeta hecho y comienza a crear lo más logrado y genial de su obra.
En 1936 estalla la Guerra Civil, en julio, la cual le obliga a tomar una decisión, sin lugar a dudas, toma el bando Republicano. Y pone a su disposición no solo su persona, sino que también su creación Lírica, que se trueca en arma de denuncia, testimonio, e instrumento de lucha.
Se le envía a hacer fortificaciones en Cubas, cerca de Madrid, luego le trasladan por diversos frentes, Boadilla del Monte, Pozuelo, Alcalá, en plena guerra logra escapar brevemente para casarse con Josefina Manresa, a los pocos días marcha con el frente a Jaén. Es una vida agitadísima de continuos viajes y actividad literaria. Todo esto y la tensión de la Guerra, le ocasionan una anemia cerebral aguda.
Varias obritas de Teatro en la guerra y dos libros de poemas han quedado como testimonio de estos momentos tan difíciles en la vida del autor, Viento del pueblo (1937) El hombre acecha (1939).
En la primavera de 1939, ante al desbandada general del frente republicano, Miguel Hernández intenta cruzar al frontera portuguesa y es devuelto a las autoridades españolas. Así comienza un largo peregrinar por las cárceles; Sevilla, Madrid, difícil imaginar la vida en aquellas prisiones en los meses posteriores a la guerra. Inesperadamente, a medidos de Septiembre de 1939 es puesto en libertad.
Fatídicamente empujado a Orihuela para encontrarse con su amor, es encarcelado de nuevo. Y comienza de otra vez a peregrinar por los penales de Madrid, Ocaña, Alicante… hasta que su indefenso organismo se va consumiendo inexorablemente, el 28 de marzo de 1942, expira a los treinta y un años de edad.
Dejando su legado, para todos los que alguna vez, sintieron curiosidad por saber, por leer, por amar… este es uno de mis poemas favoritos del autor, espero que os guste. Es tan inmortal e intemporal que parece escrito ayer mismo.
VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
Qué poco he leído a este poeta!! Me he emocionado un poco, lo confieso, con est Vientos del pueblo me llevan...
ResponderEliminarPreciosa entrada, Jota!
Besazos!
¡Qué gran entrada! Me ha gustado conocer un poquito más a este genial poeta. Y el poema que has elegido, absolutamente perfecto. Me ha encantado.
ResponderEliminarBesotes!!!
Una maravillosa entrada Jota, homenaje a este poeta sensible y especial!!!
ResponderEliminarEl poema elegido es perfecto, siempre disfruto leyendo a Miguel Hernández, cuanto talento tenemos en esta tierra, de norte a sur, de este a oeste!!!
bss
eljardindemiduende **
Me crié escuchando a Serrat cantando Para la libertad, Menos tu vientre, etc.
ResponderEliminarEstá presente en mi vida desde que era una niña.
Besos.
Precioso, como todo lo que haces, besos
ResponderEliminar...traigo
ResponderEliminarecos
de
la
tarde
callada
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
JOTA
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE TITANIC SIÉNTEME DE CRIADAS Y SEÑORAS, FLOR DE PASCUA ENEMIGOS PUBLICOS HÁLITO DESAYUNO CON DIAMANTES TIFÓN PULP FICTION, ESTALLIDO MAMMA MIA,JEAN EYRE , TOQUE DE CANELA, STAR WARS,
José
Ramón...
El decía que su herramienta era la risa... y la he hecho mía en el Jardín, a un ladito la he puesto y la leo y releo y se me ríe el alma y me digo... cuánto me gusta Miguel Hernández... Muy buena tu reseña de su vida, muy buena amiga... Bss
ResponderEliminarPobrecito poeta, qué vida tan complicada llevó y qué corta, por Dios!admirable su talento natural, sin necesidad de educación formal.
ResponderEliminarHermoso el poema, conocía poco de este autor. Tal vez porque por aquí(Argentina) no se suelen leer tanto a los escritores españoles, una deuda importante que deberían enmendar.
Un beso.
Jazmín.