sábado, 25 de mayo de 2013

El Secreto Capítulo III

… todo parecía formar un suave eco a la risa maravillosa de aquella muchacha, bella y sugestiva…

III

    Los caballos enganchados a la carroza empezaban a impacientarse. Luana paseaba por la lujosa habitación dando muestras de impaciencia.
    Lucía una falda de raso, cortada en capa de grandes rayones en brillo y mate, una ligera blusa de organza y encajes de escote subido. Su gran mata de brillante cabello caía sobre sus hombros y una gran pamela, inclinándose sobre sus ojos, sombreaba su mirada, dándole un aire de misterioso sortilegio.

_ Esta espera es intolerable, mamá.
_ Puede hallarse enfermo, hija. Tú dirás lo que quieras, pero a mí me parece un perfecto caballero.
_ Pues es…un perfecto idiota.
_! Luana!
_Si, mamá, un perfecto idiota.
_ Hija, me asusta tu vocabulario, tan plebeyo y vulgar.

     La puerta de la estancia se abrió con estrépito y la vieja ama, irrumpió en la estancia.

_ Toma, mi niña. Acaban de traer esta nota para ti.

    La cogió con ademán nervioso y su intenso perfume la dijo que era del hombre que la había hecho esperar treinta largos minutos.
    Después de leerla se la tendió a su madre, con un comentario.

_ Léela, mamá, y atrévete a seguir sosteniendo que ese mamarracho francés que se llama Oswaldo de Livov es todo un caballero.

    La dama leyó la perfumada y escueta nota y levantó los hombros con gesto negligente.

_ No encuentro en su lectura nada que justifique tu furor.
_ ¿A si que sigues sosteniendo que…?
_ Nada hay en esta misiva que me haga cambiar de opinión. Te pide disculpas por no poder acudir a la cita.


    Luana miró a su madre y después, con gran parsimonia, se puso los largos guantes de blanca malla.

_ Muy caballeroso…Si, señor, muy caballeroso_ Dijo la muchacha, dirigiéndose hacia la puerta.

     En el carruaje la esperaba un lacayo, el cual apostado, en el pescante, dio orden al cochero de que partiera.
     Como muchas veces hiciera, Luana dejó de pensar y se entregó por entero a admirar la belleza del paisaje, extendido a las orillas del Tajo. Los cascabeles del carruaje,  llevaban sonando largo espacio de tiempo cuando un apuesto jinete, salió de la espesura. Siguió al coche cantando alegremente, guardando siempre una prudencial distancia. Y su voz llena de varonil atractivo, sacó a la joven de su soñadora abstracción.  Ordenó al cochero que aminorara la marcha y el joven jinete sonrió, al darse cuenta de la maniobra.

_ Bravo, “Salazán”, la suerte está de nuestra parte. La gran aventura va a dar comienzo_ murmuró el desconocido, dirigiéndose al noble bruto.
     Nuestro jinete también aminoró el paso y volvió a sonreír cuando la  joven dama  asomó su cabeza…
   
     El momento por él esperado había llegado. Palmoteó suavemente el lomo del soberbio pura sangre y este como si fuera una señal convenida, se lanzó a un trote elegante, alcanzando la altura del carruaje cuando Luana, al dejar de oír, su sugestiva voz, volvió a asomarse al exterior.

_ ¡Buenos días, muchacha!

Luana se sonrojó. Y sin dignarse contestar, se recostó sobre los mullidos almohadones del carruaje.
_ Tenía mejor formado mejor concepto de la educación castellana. Y por lo tanto, me has defraudado al no contestar. “buenos días, muchacho”_ dijo el joven, introduciendo su cabeza por el hueco de la portezuela.
    Luego con ligera osadía, siguió hablando:
_ ¿No te interesa saber lo que yo habría dicho?
_No._! Vaya!_ rió suavemente_. Algo es algo. Por lo menos ya sé que sabes decir “no”.
_Se decir algo más caballero. Es usted un osado y un…
_ Espera, linda, luego hablas tú. Ahora déjame decirte lo muy bonita que eres y lo mucho que me satisface comprobar que tus ojos…me llamaban.
_ ¿Que yo os llamé? Es absurda vuestra desfachatez.
    Y Luana entre indignada y divertida,  no quitaba ojo al apuesto joven.
_ Tú no te habrías atrevido, pero tus ojos, sí. Tus ojos, que atraen y retienen…
_ ¿Queréis hacerme el favor de alejaros? ¡Así, dejaré de oír estupideces!
_ ¿Y crees que tus ojos no volverán a llamarme?
_ ¿Es costumbre de vuestro país el tutear a quien se ve por primera vez?
    El joven rió, alegre y teatralmente. Su gallarda figura recortándose por el hueco de la ventanilla era asombrosamente provocadora.
    A Luana le dieron tentaciones de correr la cortinilla, pero, sin saber explicarse la causa, no lo hizo.
    El cochero esperaba una orden para acelerar la marcha del carruaje, pero se encogió de hombros, y en su rostro curtido, floreció una socarrona sonrisa cuando vio que, a su joven señora, no parecía disgustarla demasiado la improvisada compañía.
   El muchacho, con osada decisión y simpático cinismo, siguió mirándola, al contestar a su pregunta.
_ El que yo tutee a una señorita es señal evidente de que es hermosa. Nunca doy otro tratamiento a la belleza, ya que me gusta intimar con ella. El ceremonial roba intimidad y…
_ ¿Y qué?_ Luego, ante la sonrisa que adivinó en él, Luana continuó: _ sus respuestas son tan extrañas y absurdas, que logran interesar.
_ ¿Por qué no me tuteas? Ello daría más encanto a nuestra conversación.
_ Nuestra conversación, señor va a ser breve, ya que Luana de Aranda y Cortés, condesa de Alamar no suele conversar con desconocidos.

    Al hablar, asomó su encantador rostro por la ventana, para observar mejor el efecto de sus palabras. Pero su asombro fue grande cuando vio que el joven seguía impasible.
    _ Pues si el ser un desconocido constituye un inconveniente para que charlemos, pronto este obstáculo va a dejar de serlo_ Cogió la espada que colgaba a lo largo de su cintura y, cruzándola sobre su pecho, se presentó: _ Luis Martín González, siempre al servicio de lindas damas.
_ Luis Martín… ¿González?
_ ¿Te desagrada mi nombre? A mí me gusta. Estoy muy orgulloso de él.
_ ¿Por qué?
_ Es bonito, suena bien… Estoy seguro de que te será muy fácil recordarlo. A todas las damas les gusta mi nombre.
_ A mi, no. Creo que ya se me olvidó.
_ Yo creo todo lo contrario.
_ ¡Sois un insolente!.

    Tiró con rabia del cordón de la cortinilla y ordenó al cochero que aligerara la marcha.
    Fue obedecida con prontitud, pero si bien los visillos borraron todo el paisaje exterior, en sus retinas llevaba tan grabada la imagen de aquel hombre, que aún cerrando los ojos seguía viendo su gesto burlón y su mirada audaz.
“¿Quien puede ser?”, se preguntó a si misma-. “Tiene un nombre distinguido y un apellido honorable., pero se comporta como un plebeyo”.
    No pudo vencer la tentación que la acometía de volver a ver su rostro. Sus ojos negros e intensos que traspasaban como el fuego. La capa, que con descuidada elegancia colgaba de un hombro. Y sobre todo, aquellos labios que se contraían graciosamente en obstinado gesto de burla y desafío.
     Levantó con sumo cuidado una esquina de la tela y le vio tal como su subconsciente terminaba de describirlo. Desafiante, bello y altivo, como un guerrero.
    De pronto enrojeció, turbada y se llamó a si misma torpe una y cien veces. El joven había visto o quizá adivinado su acción y la envió un beso, poniendo sus dedos en los labios…

    No se le ocurrió repetir aquello. Sabía qué el seguía allí, escoltándola y casi sintió pena cuando poco antes de llegar a la ciudad, dejó de sentir su galopar y su canción alegre y melódica, que a ella le estremeció dulcemente el corazón. 

6 comentarios:

  1. Uys, que aquí empieza a surgir algo... Que este caradura es de los que gustan! Peligro, peligro!
    Besotes!!!

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  2. Se pone cada vez más interesante, el muchacho "malo" que toda niña buena quiere conocer!

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  3. Te he dejado un premio en mi blog :D

    http://skollwolfswood.blogspot.com.es/2013/05/premio-liebster.html

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  4. Ya me imagino la película y esta sería una se esas escenas que nunca me cansaría de ver.
    Besos y espero la continuación.

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  5. ¡Al fin he podido ponerme al día! Y vaya con este capítulo, querida Jota, qué acontecimiento más peligroso. Con el carácter de Luana, no sé, me parece que se vienen tiempos turbulentos...

    Besos.

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  6. Ja, ja, qué bueno, está muy pero que muy sabrosito, je je,,, seguiremos... Bss

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