viernes, 8 de abril de 2011

El misterio de la muñeca viajera.

Hay episodios en la vida o libros que lees, que te apetece cambiar, nuevos finales para los cuentos de siempre, otras historias con hechos diferentes. Los profesionales del cine y la televisión tienen en su mano “basarse” en diferentes obras para poder hacer y deshacer a su antojo, los escritores lo tenemos peor, pues siempre que haces algo “basado en…” te dicen que plagias y que si fulano una vez escribió algo parecido que si tal que si pascual.

Esto me pasó a mí cuando escribí este pequeño relato para un concurso literario. Mi relato, es el de una niña, un anciano y una muñeca viajera. La idea me la dio la película francesa Amelie (2001).Pero cual no es mi asombro cuando me entero que  existe una obra titulada “ Kafka y la muñeca Viajera”, escrita por Jordi Sierra i Fabra, que ganó el Premio Nacional De Literatura Infantil y Juvenil en 2007.

A si que “basándome” en la experiencia de Kafka, y en Amelie Poulón y su loca idea de pasear un enano de jardín por todo el mundo y mandar postales a su asombrado padre. Os dejo este relato, salido de mi imaginación , sin ánimo de plagio, o de lucro, tan solo con el esfuerzo de transportar unos sentimientos a través de mis dedos por un teclado, hacia una pantalla, donde el mundo entero espera impaciente por leer algo diferente cada día.

El misterio de la muñeca viajera.

Era una de esas tardes soleadas de últimos de febrero, los parques se hallaban llenos de gentes, de toda clase y condición, los gritos y la alegría de los pequeñuelos, el ulular de las palomas, y el sonido de alguna canción de moda, (que la quiosquera tiene puesto a todo trapo en su viejo “tocata”), en resumen uno de esos días en los que  se presume la alegría, por la inminente entrada de la primavera. A pesar de todo ello, se encontraban personas en el parque que no eran  felices, no estaban  alegres y  les horrorizaba  “Camela” que imperturbable repiqueteaba desde el kiosco. Y además  las palomas les  parecían bichos repugnantes, portadores de miles de enfermedades.
Se llega a la conclusión de que se habitaba el parque por varias razones, yo solo voy a contar la mía, simplemente estaba en el parque para esperar.

Hacía mucho tiempo, en una tarde soleada pero lejana en el recuerdo,  llegó al parque, una niña de preciosos rizos negros, carita de luna llena y ojos verdes, jugaba con su muñeca, no era una muñeca moderna de estas de ahora, anoréxicas, y peli-teñidas parecía mas bien antigua, hecha de trapo, con el pelo de lana color zanahoria y luciendo  un pequeño vestido, elaborado con minúsculas y antiguas puntadas.   
Mirándola, me trasportaba a épocas lejanas, donde las niñas acudían con sus Nanis al parque, y jugaban al aro, o a la comba, al contrario que ahora, las niñas, no saben jugar a nada, y se quedan horas y horas, presumiendo de sus juguetes caros llenos de complementos aun más caros, en  una sociedad en miniatura, con todos los defectos y ninguna virtud de la humanidad actual.
 Pero… sigamos con la pequeña; acudía todos los días al parque acompañada de una nodriza,  jugaba cada tarde con su amiga de trapo, hablaba con ella, supongo que le contaba sus secretos o sus tristezas, nunca se relacionaba con las demás niñas por que se reían de su muñeca, tan solo conversaba con un anciano solitario, que acudía, al parque y gracias al cielo no contribuía con migajas de pan a la expansión de las horribles palomas , tan solo se sentaba en un banco meditabundo, sonreía a la pequeña, a veces parodiaban que tomaban el té , él de vez en cuando le ofrecía un caramelo de menta ( no se por que razón todos los ancianos lleva caramelos de menta en sus bolsillos) ella le daba las gracias, tomaba el caramelo y se lo guardaba tímidamente. (No le gustaba la menta, pero era tan educada que no se atrevía  a rechazar el  regalo del anciano).

 Un día, en una disputa infantil,  provocada naturalmente por Barbarita y sus amigas, la vieja muñeca de trapo, con el pelo color de zanahoria desapareció. La niña la buscó toda la tarde, pero fue inútil.
Al día siguiente, la pequeña con ayuda del anciano, recorrieron todo el jardín, preguntando a todo el mundo, bueno a todo el mundo menos a mí, no se por que no me preguntaron, yo sabía exactamente donde estaba la muñeca…
Cada tarde desde ese día la niña acudía al parque desconsolada, cada tarde desde ese día el anciano, intentaba alegrarla de mil maneras; unos días, recorrían el prado, si hacia mal tiempo se sentaban en una mesita del kiosco, ella tomaba un refresco y el anciano una infusión, la chica que cuidaba de la pequeña, se ausentaba para verse seguramente con algún guapo mozo.
Así pasaron los días y luego las semanas, y la niña aún añoraba tanto a su muñeca, que dejó de acudir al parque,  por que se puso enferma.
El viejecito entonces se sentaba cerca de mí, y con la mirada perdida, pasaba las horas, los días, las semanas…

El aroma de castañas asadas, inundaba el deslucido parque, se acercaba la navidad, como cada tarde el anciano acudía a su cita con la nada, quizá con la vana esperanza de que en ese día acudiese su pequeña amiga. Y en verdad que acudió, aunque más pálida y mas afligida que nunca.
El abuelo le entregó entonces una carta, no tenía remitente, pero el matasellos venía de un lugar lejano, la carta, había sido mandada semanas antes, justo unos días después de que la muñeca de trapo desapareciera.

En la carta, alguien muy culto y con una pulida letra explicaba,  que la muñeca, había decidido viajar, que estaba cansada del viejo parque, de ver todos los días a las otras muñecas más modernas, que se reían de ella, había decidido ver mundo, quería ver las pirámides de Egipto, el Partenón, el Coliseo, la Mona Lisa,  quería ser una muñeca cultivada en las artes, para que la niña se sintiese orgullosa de ella.
La Pequeña no cabía en si de gozo, esperaría a su muñeca todo el tiempo que hiciese falta, le dio las gracias al anciano y se marchó a su casa, con la carita sonrosada , y los ojos luminosos, sintiendo una felicidad, como hacía tiempo no sentía.
Desde ese día y a razón de una carta por semana o quincena, la pequeña fue conociendo sitios estupendos, grandes obras de arte, gentes de otros países, costumbres asombrosas de otras gentes, de otros niños pero que prodigiosamente reían  de igual forma.
Así pasaron los días y los meses, una estación seguida de otra, y tan pronto brotaban las hojas de los árboles, a las pocas cartas, el suelo ya estaba alfombrado con un manto dorado. El anciano acudía cada tarde, un poco más lento, un poco más lánguido. Así hasta que la pequeña, dejó de serlo, se convirtió en una linda joven que acudía al parque tan solo para comprobar que su amigo, seguía escribiendo aquellas cartas maravillosas, gracias a las cuales, ella había decidido estudiar Arte.
Tiempo atrás se había dado cuenta de que en realidad las cartas de su amiga de trapo, eran una invención de su anciano conocido, y que las postales y sellos, eran parte de una colección que el mismo anciano tenía de todos los viajes que había realizado en su juventud
Una tarde, el anciano no se presentó, ni ese día ni ninguno más desde entonces, la joven se sentaba, en el mismo banco de siempre, cerca de mi, esperaba pacientemente, ojeando libros de Pintura, Arquitectura, o con un millón de apuntes, cuando era tiempo de examen, ningún día dejó de acudir, pero el anciano nunca más volvió.

La joven no obstante seguía asistiendo, era un buen lugar para estudiar, tranquilo, pausado, años atrás,  Barbarita y sus amigas, habían cambiado sus muñecas por tabaco, alcohol y otros vicios, dejaron colgados sus estudios, para ser modernas y ahora pasados los años, volvían al parque a pasear a sus retoños, se encontraban de vez en cuando con nuestra amiga, pero nunca se hablaban, ahora la criticaban por tener estudios, por no tener un hombre a su lado, por no tener hijos, esas cosas que la sociedad reprocha a todas las mujeres independientes, nuestra amiga, sonreía , y de vez en cuando se sacaba un caramelo de menta del bolsillo y se lo ofrecía a alguna de las pequeñas.
Han pasado muchos años, y yo sigo  aquí, inamovible, he leído en un periódico que me van a restaurar, espero que sea pronto por que ya nadie me reconoce, mi peana está llena de pintadas, el jardincillo que me rodea ya hace dos primaveras en los que no se reponen las flores y toda yo, estoy llena de excrementos de paloma.

Espero paciente a que lleguen los operarios, espero paciente a que escarben bajo mis pies, espero paciente a que la muchacha descubra el secreto que conservo… desde que un día de primavera, Barbarita enterró una muñeca de trapo.




3 comentarios:

  1. Un precioso cuento que has parido tú y debes estar orgullosa de ello y de que hayas coincidido con otros escritores de la talla de ellos.

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  2. ¡¡¡MARAVILLOSO!!!

    ES INCREÍBLE, ME HA ENCANTADO!!
    SÓLO FELICITARTE Y DARTE LAS GRACIAS POR ESTE RATITO..

    eljardindemiduende ^^

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  3. te descubro en un blog de patchwork y aterrizo en un maravilloso cuento escrito por ti misma....simplemente fascinante....gracias por este ratito de placer inesperado,me he hecho seguidora de este blog para no perderte la pista,y no resisto la tentación de irme a descubrir el resto de tus blogs,que he visto que eres una multibloguera!!
    con todo cariño,desde Asturias

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